En 1939 el diplomático japonés Chiune Sugihara (1900-1986) que despachaba desde su embajada en Lituania, salvó a miles de judíos polacos al concederles visa de salida japonesa, contraviniendo órdenes superiores, lo que le costó el puesto, la seguridad de su familia, y casi, que su propia vida. Pero su arrojo fue tal, que todavía, cuando estaba embarcado en el tren de salida de Lituania para presentarse al gobierno imperial, firmaba y sellaba frenéticamente los pasaportes y visados arrojándoselos a una multitud desesperada de perseguidos del nacismo que se agolpaban alrededor de su vagón, y que completaban los documentos con sus datos personales. Años más tarde, el gobierno israelí quiso honrar la memoria de este héroe sembrando un bosque en su honor, para ello habían elegido plantar cerezos, por ser el árbol emblemático del Japón. Pero de repente, en una desición poco usual, la orden fue revocada pues, comparados con el valor que Sugihara había demostrado, los ce