Algunos de mis colegas de la
blogósfera saben que antes de ser bloguero soy escritor. Es algo de lo que uno
pudiese alardear pero me parece tan ridículo eso, y de hecho, queda tan mal en el que tal haga, que
prefiero tomar el arte con la discreción del que trabaja a la sombra. Esto
había sido así hasta hace poco, en que surgió una competencia de novelas que en
vez de premiar la calidad de la historia, lo hace en base a la descarga de la
misma en cada dispositivo. En otras palabras, el que gana es el autor que mejor
mercadee.
Esto me ha envuelto en la
situación embarazosa de molestar a mis amigos para que lean ─y eventualmente
descarguen─ mi novela, con la
promesa de que es muy corta (solo 24
páginas, una novela-bonsai) que es la única que he escrito y que por lo mismo
está hecha en el formato cuento, pues ese es el género que domino. Y tomando
las palabras de García Márquez de que es más fácil atrapar un conejo en campo
abierto que encontrar un lector, me he visto en la posición de conminar a mis amigos a que si
no la quieren leer porque no les gusta, entonces lo hagan sencillamente
porque son mis amigos y punto. En otras palabras: Por las malas.
¿Será que creo que soy lo
mejor del mundo como escritor? No llegaré al extremo pero creo que si me dedico
a
algo debo hacerlo bien o de otra forma no vale la pena hacerlo. El mismo Nobel colombiano
decía que si no sientes que estás emulando a Cervantes en lo que estás
escribiendo, entonces no tendrás la moral suficiente para completarlo. Pero ¿en
realidad somos tan vanidosos los escritores? Sin duda, el ego es parte de la naturaleza
humana. Pero creo que en el arte hay algo que va más allá.
Por ejemplo, cuando un
colega como Fran, en su portal El cine sin gafas, o el entusiasta José Luis en su Cuando el
arte ataca, o mi amiga Rud en su Villa Encantada, o Martha Colmenares, o Frodo o Josep en su blog, se
refieren a una canción, una película o un libro que dejó una grata impresión en
ellos y sacan horas de su preciado tiempo para postear las virtudes de la
música, cinta o libro de sus amores¿lo hacen por orgullo personal? ¡De ninguna
manera! Claro está que existe la satisfacción personalísima de sentirse bien al
comentar la belleza ─que de paso, cuando admiramos lo bueno de alguien, en
cierta forma eso bueno de esa persona pasa a ser también parte de nosotros─
pero nadie les va a dar ni un céntimo por lo que escriban.
Porque lo
hacen con desprendimiento, en la seguridad de que al divulgar lo que les llamó
la atención, se alegran al saber que otros sentirán también lo que ellos sintieron al disfrutar de la
lectura, la música o lo que fuere.
En conclusión. Siento una
admiración muy grande por la novela La Propiedad, y comprendo que no es ético
que el autor haga propaganda descarada de lo que escribe. Pero
tómenlo como
eso, como una forma de compartir algo que me pareció muy bueno en todos los
procesos de su concepción y que quiero que ustedes lo disfruten también y es mi
deseo saber qué les pareció.
Contando con su lectura, les
pido que disculpen tanta molestia.