La propiedad (cuento)

 



 La propiedad

A la memoria del escritor austríaco                                       

de origen judío, Stefan Zweig (1881-1942)

 

El médico, con palabras envueltas en un grueso suspiro, dijo :

─Señor Kanitz, las probabilidades están en contra, pero haremos todo lo posible por la señora.

   Y dirigiéndose a mí.

─Colega, la intervención puede durar varias horas. Permítanme por favor.

    Hizo una reverencia y se alejó hacia los quirófanos por un pasillo  que hacía eco de sus pisadas. Lo seguimos con la mirada hasta que al final cerró una puerta. Fue entonces que me percaté que si yo no reaccionaba el señor Kanitz tampoco lo haría. Le toqué el brazo y lo dirigí a la salida. Tenía que sacarlo de esa atmósfera hospitalaria que resultaba tan opresiva. A su cochero y a mí nos costó subirlo a la calesa.

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    El Sanatorio más moderno de Europa se encuentra en las cercanías de un pueblito al oeste de Viena, donde el trajín de las recuas y los pregones campesinos contrastaban con la mirada perdida del señor Kanitz.

    Paramos en La Fonda de Purkesdorf. Busqué la mesa más aislada. Prácticamente lo tuve que sentar.

     El hecho de ser el médico de cabecera hizo que acudiera al llamado del señor Kanitz y trasladáramos a la señora a Viena. Debido a esos apuros estábamos apuntalados con bebidas y café, sin haber probado un bocado decente.

─Señor Kanitz ─le dije─, la jornada promete ser larga, así que más nos conviene que tomemos una buena comida.

    Asintió, y pedí el plato del día. Por fortuna comía, aunque muy lento. Al finalizar, nos dieron la cerveza de la casa. Tomó un sorbo casi sin respirar. Él no hablaba y yo no estaba dispuesto a caer en los formalismos de las frases hechas. Hasta que se llevó la servilleta a la boca, y luego me habló:

─Doctor. Usted siempre me ha conocido como el señor Leopoldo Kanitz, magnate de los cereales de Austria.

    Asentí en silencio.

─Pues bien, eso no fue siempre así. En realidad, mi historia comienza en un olvidado pueblo de la frontera húngaro-eslovaca. Yo era un niño judío de apariencia enfermiza, llamado Caleb.

    De esa doble identidad ya sabía algo, pues alguien cierta vez, me advirtió que los bienes de mi distinguido paciente eran fruto del engaño y la usura.

    Trató de sonreír, aunque pareció más bien una mueca.

─Pero ─continuó diciendo─ a decir verdad, mi apariencia bobalicona era una farsa. Mi padre murió evitando que una turba antijudía incendiara la casa de su familia. Para levantar a sus niños, mi madre tuvo que trabajar como lavandera y partera (los inviernos y las madrugadas también eran horas de trabajo). Además de eso, cuando estaba solo yo cargaba los talegos y me ofrecía a cuidar los caballos a las puertas de los negocios, o a llevar las cestas de las vendedoras al mercado, a cambio de un puñado de patatas. Empacaba y hacía mandados a los comerciantes. ¡En fin! Ese mocoso judío, en realidad, se había convertido en una astuta máquina oportunista para el menudeo. Y a una edad en que los otros niños jugaban alegres con canicas, yo sabía lo que costaban todas las cosas, dónde y cómo se compraban o se vendían y cómo hacerse indispensable.

 

Hizo una pausa mientras doblaba la servilleta y al dejarla en la mesa prosiguió.

Y todavía saqué tiempo para aprender. El rabino me enseñó las operaciones matemáticas básicas, además de leer y escribir, de forma tal que, a los trece años ya podía reemplazar al secretario de un abogado y llenar los formularios de impuesto de los comerciantes. Pero, a pesar de lo atareado de mi día, no dejaba de leer. Así que, para ahorrar combustible, me sentaba debajo de la linterna de señales próxima a al paso de nivel el pueblo carecía de estación y ahí leía rimeros incompletos de libros, facsímiles y periódicos que otros habían tirado.

    Me constaba que ese interés por la lectura de Kanitz era obsesivo, y recordé la vez que, estando en su despacho, me llamó la atención un título y de una vez me dio la sinopsis. Y al preguntarle, me indicó que todos los libros los había leído.

─Al poco tiempo estaba convertido en el hombre que en todas partes tiende un puente entre la oferta y la demanda. Por otro lado, tenía un olfato para las mudanzas, ofreciendo la carreta más económica (yo era el mago del regateo) ─lo dijo con un aire indudable de complicidad─ y estaba dispuesto a comprar cualquier cosa difícil de llevar y ganaba mucho con su reventa, llegué a tener un local destinado a estos menesteres, tasaba, y permutaba lo que se me pusiera delante.

─A los veinte años me convertí en agente de una compañía de seguros internacional y salí del pueblo para instalarme en Viena.

─No fue fácil mi inserción en una sociedad tan refinada como la vienesa de finales del siglo diecinueve. A pesar de que Austria y Hungría están arropadas por el mismo reino de los Habsburgo, a los húngaros se nos considera extranjeros en Austria, y mucho más, si se trata de uno de tan poca monta como yo. Por eso, y para mejorar mi apariencia, me vi precisado a hacer un gasto en tres gabardinas de etiqueta y en algunas camisas de buena calidad a precio de mayorista que solo tenía que mandarles a voltear los cuellos cuando estaban a punto de deshilacharse y unos lentes de montura dorada que me daban un aspecto de académico.

   Al menos no había variado mucho en cuanto a su apariencia… pensé. Entonces prosiguió.

─Al principio, apenas me toleraban, pero eso me tenía sin cuidado. Mi lema eran tres palabras: “Se lo tengo”. Además, manejaba mucha información y si no la poseía, sabía dónde buscarla. Había aprendido que la fuente más inusitada eran esos personajes que suelen pasar inadvertidos: los mesoneros, porteros, botones, y los trabajadores de barra de un cafetín. De hecho, en una buena conversación con un cochero se pueden conseguir datos más valiosos que los obtenidos en una reunión de accionistas. El caso es, que llegó el momento en que los mismos que antes me veían de reojo, pasaron a solicitarme, y a veces con urgencia.

─La aurora del nuevo siglo nos traía de asombro en asombro por la cantidad de innovaciones. Estaba claro que en el siglo veinte el desarrollo sería tal, que las guerras pasarían a ser solo un mal recuerdo que no volveríamos a repetir, pues esa energía humana del belicismo, se estaba desviando hacia la ciencia, los deportes, las artes y la generación de bienes y servicios. Por ejemplo, la producción agrícola llegó a masificarse con la llamada “mecanización del campo” así que, viendo su rentabilidad, me convertí en intermediario y proveedor de seguros agrícolas. Gracias a ello, mis negocios comenzaron a extenderse, mediando en la venta de cosechas enteras. Hasta llegué a proveer para el mismo gobierno de Su Majestad.

  Se detuvo un momento mientras abría el sifón del pequeño barril colocado en la mesa y se servía otro poco de cerveza.

─Mi estilo de vida, tesonero y ahorrativo, me estaba acercando al medio millón de coronas. Podía considerarme como un hombre acaudalado. Con todo, no dejé de mostrarme siempre de bajo perfil; prefería el papel de “agente”, pues es un calificativo modesto que puede ocultar muchas cosas. Estudié el Código de Comercio hasta aprenderlo de memoria, de forma tal que yo fuese mi propio abogado. En ese tiempo ya tenía contactos en todas partes, y hasta los abogados me debían favores. Por eso solía llegarles con documentos ya redactados y les pagaba una minucia solo por su firma y sello.

    Tomé un sorbo para degustar mejor lo que oía.  Si algo admiraba de Kanitz era esa tenacidad a la hora de aprender. En vista de la enfermedad de su esposa, me citaba los textos de medicina que  revisaba en la biblioteca de la Facultad y los discutía por autores. No obstante, nada de lo que había dicho podía explicar su situación actual. Pero decidí guardar silencio, si él no lo decía; yo no se lo iba a preguntar.

─Por supuesto Doctor ─dijo como si despertara de un sueño─ ya sé lo que se está preguntando. ¿Cómo es que Caleb, llegó a convertirse en el señor Leopoldo Kanitz?... y procedió a tomar un largo trago.

─Fue una noche en un tren de pasajeros entre Budapest y Viena.  Guardé los lentes, saqué de mi valija de mano una manta escocesa, me cubrí la cara con el sombrero y me senté arrebujado en un rincón. Si hay algo que había aprendido desde niño era que para dormir lo único que se necesita es sueño. Pero esa noche no pude hacerlo, pues a mi lado había tres personas que hablaban de negocios, y ese es un tema que suele desvelarme.

 “─Figúrate que prefirió echar por la borda su prestigio de profesional,  por embolsillarse unas cuantas miles de coronas. Bueno, ahora, si quiere, podrá cerrar el bufete por un año” ─dijo uno de ellos─

─Me despabilé en un santiamén tal cual un perro zorrero al oír la trompeta de los jinetes que llaman a la cacería. Bajé aún más el ala del sombrero y al mismo tiempo aproveché cada movimiento del vagón para acercarme más y pude dilucidar que el joven que hablaba era el escribiente de un abogado y se refería a su jefe. Y continuó diciendo.

“─Por asistir a una absurda reunión, llegó con un día de retraso a Budapest y entretanto, esa “buena para nada”, se dejó engañar de la forma más tonta. ¡Pero si el testamento era impecable y los diagnósticos de que la Orosvar estaba en posesión plena de sus facultades, eran irrefutables! Esa caterva de buitres jamás hubiese heredado un solo héller, a pesar de los artículos escandalosos que Wezner, el abogado de los deudos, hacía publicar todos los días. Entretanto, el zorro de Wezner le hace una visita a la tonta, y que “de cortesía”, y la muy estúpida entra en pánico y el escribiente, imitando el acento del norte de Alemania─ “Pero si yo no quiero tanto dinero; yo lo que deseo es mi tranquilidad”. Bueno, ahora tiene su tranquilidad, y esos buitres, en cambio, tienen las tres cuartas partes de su herencia, porque la muy tonta firmó el arreglo más absurdo.”

─Bien Doctor, con estos fragmentos comprendí qué se trataba de un escándalo que se estaba ventilando en la prensa húngara a todo vapor. Le explico:

─La princesa Orosvar de Ucrania, era una anciana… perdón, ese calificativo no cuadra. Digamos que era una vieja bruja amargada, que estaba resentida contra los demás Orosvar, porque a ella, y solo a ella que ya era viuda la difteria le había arrebatado a sus dos hijos en una misma noche. Nunca más quiso volver a Ucrania. Era la dueña de la mansión Kekesfalva, pero desde que quedó sola, si acaso pasaba dos o tres meses en ella. Lo normal era que se dedicara a ahogar su amargura viajando por el mundo y residiendo en las suites de los mejores hoteles de Niza y Montreux. Pero, a pesar de esa vida de lujos, solía regatear como una verdurera, bebía como un cosaco, e insultaba como un estibador de muelle. La única persona que toleraba a su lado era a su dama de compañía, quién tenía que atenderla lo antes posible al menor de sus caprichos, además de leerle y tocarle el piano cuando a la vieja loca le provocaba o estaba en medio de una de sus crisis al igual que David al rey Saúl, y lo que era peor, dejarse insultar por la tontería más nimia. Pero, aunque se avergonzaba de la manera brusca conque la vieja obesa abusaba de los demás y de ella, en realidad le temía como al mismo diablo.

─Cuando la vieja tenía más de setenta años, cayó con pulmonía (se me olvidaba decir que fumaba como una locomotora). Sin ponerse de acuerdo, los parientes viajaron a Niza. La vieja no tardó en enterarse de tanta preocupación y, a fuerza de malicia, luchó por sobreponerse. 

»Cuando los familiares advirtieron que se disponía a bajar al hall, se dispersaron en el acto. Pero ella ya había sobornado a los mozos para que le repitieran todo.  Habían peleado como lobos para ver quién se quedaba con Kekesfalva, quién con los palacetes de Budapest, quién con la mansión Orosvar de Kiev y quién, con las otras posesiones ucranianas. 

»Pero la gota que derramó el vaso llegó un mes después cuando, en medio de su convalecencia, llegó la carta de un prestamista de Budapest comunicándole que no podía prolongar más el crédito a su sobrino-nieto, a menos que ella tuviese la amabilidad de asegurarle, por escrito, que él sería uno de sus herederos. 

»De inmediato telegrafió a su abogado, a su médico de cabecera y a un médico adicional, para que se apersonaran en su suite. La finalidad: redactar su testamento.

─Años después; a su muerte (que para pesar de sus familiares tardó más de la cuenta) la caldera explotó y trascendió a la prensa, convirtiéndose en un melodrama por entregas. Resultó ser que la heredera fue su dama de compañía: una tal señorita Annette Dietzenhof. Lo único que no heredó fue el dinero en efectivo, porque quedó destinado a la construcción de una iglesia ortodoxa en su ciudad natal (al parecer, la arpía tenía un alma que salvar), pero a los parientes… ni el saludo de despedida.

─Como era de esperarse, la parentela alzó el grito al cielo, y sus abogados presentaron las objeciones de rigor, aduciendo que la testadora no estaba en sus cabales sino que era víctima de una relación de dependencia por la sugestionadora influencia de su dama de compañía. Por otra parte, le agregaron el ingrediente patriotero de que las propiedades siempre habían sido húngaras. Estaba claro que la Orosvar era una vende patria, al formar con su decisión, una tenaza a la mismísima soberanía húngara, porque, por un lado, parte de la herencia pasarían a las arcas de la iglesia ortodoxa, la misma que estaba dirigida desde Rusia. ¿Y acaso no eran las zarpas del Oso ruso las que siempre había tratado de apoderarse de la pequeña Hungría? Por otro lado, el grueso de las propiedades pasarían a manos de… ¡una prusiana imperial! ¡Eso era el colmo! Pero, a pesar de la polvareda, el pleito ya lo habían perdido en dos instancias pues los médicos firmantes insistían en el pleno uso de las facultades intelectuales de la testadora. Todo indicaba que el próximo fallo respaldaría las decisiones anteriores.

    El señor Kanitz paladeó la cerveza lentamente, pero no por saborear la bebida, sino para darme tiempo de asimilar lo que me había dicho.

─Bien Doctor, como comprenderá, de cada palabra que pronunciaba el escribiente en ese vagón, yo sabía de la “A” a la “Z”. Y lo mejor era que yo conocía la propiedad de Kekesfalva desde mis tiempos de agente. Comprendí que el abogado de los familiares había dado un golpe maestro al proponerle por escrito a la señorita Dietzenhof que renunciara a los palacetes y la mansión Orosvar, para quedarse tan solo con las posesiones austríacas de Kekesfalva, las caballerizas y los molinos. Pero, ¿Por qué el abogado de la Señorita no quiso anular un papel sin respaldo notarial y que ponía en juego su prestigio como litigante de éxito? Por dos razones: porque estaba enojadísimo a causa de una clienta estúpida que, en vez de consultar con él, se había dejado quitar un millón redondo de coronas. Y la otra fue porque, bajo cuerda, le habían ofrecido una buena suma en coronas contantes y sonantes.

─A todas estas, retomé la conversación de los pasajeros.

“─¿Qué hará ahora con esa propiedad?” Inquirió uno de ellos

A lo que el escribiente respondió.

“─¡Qué más puede hacer! Anótalo que la va a perder más rápido de lo que la obtuvo. De buena fuente te digo que la Superintendencia imperial de Silos ya tiene planteado quitarle los molinos. Esta misma semana la visitará el director general…”

─De allí en adelante no me interesaba. Ya tenía bastante en qué pensar. Hacía mucho tiempo que había estado en Kekesfalva para asegurar el mobiliario, y conocía a su administrador, Petrovic, referencia que no era buena ni para él ni para mí, en tanto que, por la fachada de mis negocios, él desviaba dinero de la administración. Pero lo más importante, a mí parecer, era una vitrina llena de porcelana china y estatuillas de jade obtenidas por el abuelo de la Orosvar cuando fue embajador de Rusia en Pekín. Nadie mejor que yo sabía lo costosa de esa colección, pues hice un inventario para ofertarla a una casa de subastas de Chicago. Era un buen negocio para la Orosvar, pero la arpía en vez de agradecerme, lo que hizo fue mandarme al diablo gritando que las cosas de su abuelo se quedaban donde estaban.

─Levanté el ala del sombrero. Simulé que me desperezaba, bostecé y consulté el reloj. Precisamente faltaba media hora para que el tren pasara por la estación del pueblo donde estaba Kekesfalva (yo había pagado hasta Viena, pero por esa porcelana valía la pena perder ese pasaje). Me quedé en la única hostería del lugar, y a las siete ya estaba listo porque quería ser el primero en hablar con Petrovic.




─Al llegar constaté que la casa ese amplio chalet de estilo campestre tradicional, a la sombra de abedules y pinos estaba muy bien conservada y recordé que, por cada reparación, quedaban jugosas comisiones para Petrovic. Por cierto…  toqué y volví a tocar y nadie salía ¿Y si Petrovic se hubiese marchado a Budapest a negociar con la Dietzenhof?. El patio principal permanecía vacío. Caminé por la cerca perimetral y vi la casita anexa que funcionaba como administración… nadie respondía. Me estaba poniendo más nervioso de lo que ya estaba. Seguí buscando hasta que pude ver a través de los cristales del invernadero la imagen borrosa de la jardinera que regaba las flores. No me oía; me vi precisado a tomar una piedrecita y lanzarla hasta el vidrio. Solo así fue que salió, secándose las manos en el delantal.

 ─El mal rato de las llamadas sin respuestas, hizo que olvidara mis principios en cuanto a la cordialidad en el trato con la servidumbre y, sin ni siquiera saludarla, la increpé a través de la reja.

“─¡¿Dónde está Petrovic?!”

“─¿A quién busca?”

“─¿Cómo que a quién busco? ¿Cuántos Petrovic hay aquí? ¡Petrovic… el administrador!”

“─Ah, perdón… el señor Administrador… sí, sí, ya sé… aunque no está aquí. Dicen que está en Viena. Pero llega esta noche.”

─Para mis adentros…”esperar, esperar y gastar y gastar”. Tener que pagar otra noche en la hostería, sin saber si ese zorro redomado no había liquidado ya esos trastos chinos a precio de gallina flaca.

“─¡Qué contratiempo!... a ver… entre tanto, ¿pudiese contactar a la persona que tiene las llaves de la casa?”

“─Pero… señor… ¿no va a esperar al señor Administrador?”

    Estaba claro que tenía que cambiar la estrategia; hasta era posible que tuviese que dejarle una propina a la señora. Decidí mostrarme menos ansioso y más conciliador.

“─Para eso no es necesario que Petrovic esté aquí. Es que necesito hacer una revisión breve. Soy el agente de seguros del mobiliario (mentí) y así podemos adelantar mucho el papeleo… por favor”.

─Asintió, bajando la vista cuando la miré a los ojos. Me abrió la reja y la seguí hacia una puerta de servicio. Faltó poco para que me impacientara de nuevo, pues la jardinera era tan torpe buscando las llaves en una cartera, que pensé que Petrovic estaba contratando el personal más inútil de la comarca. Y para desviar la atención de la embarazosa situación, pregunté sin mucho interés.

“─¿Cuánto tiempo tiene trabajando la jardinería aquí?”

“─Me gusta cuidar las flores… pero, a decir verdad, no sé mucho de jardinería.”

Lo que faltaba… Petrovic contratando aficionados.

“─Y entonces, ¿Qué papel desempeña usted?”

“─Yo soy … bueno, yo fui… la dama de compañía de la señora Princesa.”

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─Créame Doctor que la respiración se me cortó. Y déjeme asegurarle que era difícil que alguien me hiciera perder la compostura.

“─¡¿Es usted la señorita Dietzenhof?!”

“─Sí …yo soy.”

Contestó bajando la vista, como si eso fuese motivo de vergüenza; mientras que yo estaba perplejo por haber tratado de forma tan áspera a la célebre heredera. De inmediato me quité el sombrero y dije, de manera atropellada:

“─Le ruego que me disculpe, porque nadie me había informado que usted estaba aquí. Mi visita solo se debe a lo del seguro… desde hace años he trabajado para la Princesa y necesitaba saber si el inventario estaba completo… estamos obligados a eso… usted entenderá.”

─Y sin abandonar su timidez, me respondió.

“─Claro, claro. La verdad es que yo no comprendo de esas cosas. Por eso es preferible que hable con el señor Administrador… y en cuanto al mobiliario… usted mismo puede comprobar que nada ha cambiado.”

─Ya en la sala, lo primero que ubiqué fue la vitrina con la porcelana china y las obras de jade. ¡Qué alivio!, luego, el antiguo piano vertical, pero más que eso, estaban las pinturas, el paisaje con el campamento gitano de Munkács, que usted ya conoce y, lo que es mejor, dominando la sala, el retrato al óleo del abuelo Orosvar, ataviado con sus condecoraciones. Al parecer, ese cuadro no significaba mucho para sus propios descendientes. Mejor así, porque lo que ellos ignoraban era que lo había pintado, nada más y nada menos que Phillip László.

─¡Todo estaba allí! Petrovic no se había llevado nada. Él era ducho en asegurarse su parte en las toneladas de avena, cebada, forraje, azúcar y reparaciones, pero de arte no sabía ni un tiesto. Entretanto, la señorita Dietzenhof trató de colaborar con la revisión abriendo las persianas del amplio ventanal, bañando de luz el salón y exponiendo el paisaje de la dehesa. Al sur, el granero, las caballerizas y al fondo, las extensiones cultivadas que culminan en el ingenio de molinos. 




Entre tanto, la señorita estaba detrás de mí, al lado de la ventana, con sus manos agarradas al frente del delantal y ligeramente inclinada, como viendo el piso. Entendí que era necesario que ella se involucrara en la inspección. Debía decir algo para hacerla hablar.

“─Una vista muy bella… debe ser magnífico vivir aquí.”

“─Sí… debe ser.”

─Su respuesta fue más por no llevarme la contraria que por convicción. Y al darse cuenta de su propia contradicción, trató de rectificar.

“─La verdad es que la señora Princesa nunca se sintió a gusto aquí. La planicie le causaba melancolía; prefería la costa del mar.”

Vino una pausa embarazosa. Tenía que seguir el diálogo.

“─Bueno, Señorita, ahora lo importante es que usted no piense como ella… ¿Tendremos el privilegio de que se quede con nosotros?”

“─¿Yo?... ¡No!... ¡Oh no! ¿Qué he de hacer yo sola en esta casa tan grande?... no, no, no, yo me marcharé tan pronto todo quede arreglado.”

     Fue la única expresión donde aplicó un poco de energía. No obstante, sus ojos azules se desviaban de continuo hacia el suelo. Me percaté de que estaba en presencia de un ser al que le habían anulado la voluntad, un ser incapaz de tomar decisiones por sí mismo. Y dejando de lado el sicoanálisis pensé en lo que en realidad me interesaba. ¿Quién sabe si yo pudiese servir como intermediario para arrendar todo esto y dividir la comisión con Petrovic? ¡Al diablo con la porcelana china!

“─Señorita… tiene usted mucha razón. Una propiedad es, a la vez, una gran preocupación. Discusiones a diario con el administrador, el personal de la casa y, ni hablar, de los abogados y los cobradores de impuestos. En cuanto se dan cuenta de que hay dinero de por medio, enseguida pretenden extorsionarlo a uno hasta lo último. Incluso llegan a tratarnos como a un enemigo… en efecto… una propiedad como esta requiere de una mano firme, y aun así es difícil.”

“─¡Sí!... Sí, yo no sabía que la gente fuera tan feroz cuando se trata de dinero.”

─Mientras que yo asentía muy serio, mi mente volaba. ¿Cómo se pudiese arrendar? ¿A través de un consorcio? ¿O de varios? Uno que se encargara de Kekesfalva, otro del ingenio molinero. Pero Petrovic reclamaría ser el subarrendatario… hasta que me di cuenta de que mi silencio se prolongaba. Tenía que mantener la conversación.

“─Lo peor son los pleitos. Y eso es a cada rato. La verdad es que esto es una carga. Más vale vivir con algo modesto; pero en paz.”

─De repente ella levantó su rostro y en un profundo suspiro, me dijo:

“─Una carga terrible… ojalá pudiera venderla.”

 

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Diciendo esto, el señor Kanitz fijó sus ojos en mí, pero no era a mí al que veía, sino a través de mí. De forma inconsciente miré a los lados. Los comensales más cercanos estaban a dos mesas; no existía el temor de que alguien dijera que mi interlocutor había perdido la cordura. Aunque, teniendo en cuenta que ese entusiasmo inusitado se producía a pocas cuadras del sitio donde su señora se debatía entre la vida y la muerte, quedaba en claro que en medio de su drama sentía la necesidad de desnudarse ante Dios mediante la confesión a un hombre. Dudoso privilegio que me había tocado. Aunque, también podía recurrir al recuerdo como anestesia ante el dolor que lo traspasaba. Entretanto, vi como se tomaba otro trago sin respirar, para luego proseguir.

─Comprenderá que la oportunidad de mi vida la veía venir como un globo que se desvanece y desciende directo hacia uno. ¡Comprar Kekesfalva! Hacía un instante era imposible pensarlo.

 La emoción que se reflejaba en la mirada de Kanitz era elocuente, como si de nuevo estuviese viviendo ese momento. Guardó silencio un rato y de nuevo siguió.

─Traté de no delatar mi estremecimiento y, luego de respirar profundo, comencé a hablar lo más circunspecto que me fue posible.

“─Vender… claro, señorita… vender es fácil… pero vender bien. Encontrar un gestor inmobiliario honesto, que consiga el precio justo… eso es lo difícil, pues lo que abunda por ahí son leguleyos que solo quieren enredarlo todo en una madeja de trámites para terminar esquilmándolo a uno. Lo mejor es no meter a los abogados en esto porque les encanta oscurecer lo que está claro; ellos estudian Derecho, pero solo para ver cómo lo tuercen. Por otra parte, estoy obligado a prevenirla de antemano. Si va a vender debe hacerlo de contado. No acepte letras o pagarés si no quiere ganarse un dolor de cabeza por años”. Y mientras yo hablaba mi mente hacía sus propios cálculos: ¿Le habrán hecho una oferta antes? Porque yo estaría dispuesto a desembolsar cuatrocientas cincuenta mil coronas. Al fin y al cabo, están incluidos los cuadros, que solos, ya son una fortuna. Pero si se redondea a las quinientas mil, que todavía sigue siendo una ganga, tendría que vender el apartamento y el local que tengo alquilado, además de meterme en una deuda que al fin y al cabo valdría la pena, porque estaría por debajo de las setecientas mil coronas que creo debe costar el grupo de la casa, el predio y las instalaciones industriales─.

“─Por cierto señorita ¿Tiene usted una idea aproximada del precio?”

“─No.” Contestó perpleja, y fijó en mí sus ojos muy abiertos.

 ─Como puede ver Doctor, esto me complicaba las cosas, porque el que no tiene un precio recurre a los informes y viene la puja con valores cada vez más altos, además de que pasa el tiempo y se cae el negocio. En consecuencia, decidí que no debía soltarla hasta que no me estableciera un precio.

“─Pero, Señorita… se requiere un precio. También, saber si la casa está afectada por una hipoteca.”

“─¿Hipo… hipoteca?”

“─Quiero decir, si la propiedad está al día con sus deudas… en alguna parte debe existir una transacción aproximada que nos aclare las dos cosas… un documento… ¿Su abogado no le mencionó una cifra?”

“─¿El abogado?... sí, sí… espere… algo me escribió acerca de unos impuestos, pero estaba escrito en húngaro. Ahora que recuerdo, él me dijo que lo hiciera traducir, aunque, con todo este barullo me he olvidado de eso. Está en la casita de la administración… si usted tiene la bondad y me acompaña… es decir… si no le molesto demasiado con mis asuntos.”

“─No faltaba más Señorita, para mí es un placer servirle.”

─Bueno Doctor.  De más está decirle que yo estaba estremecido de emoción. Y ya en la oficina, mis dedos se crispaban cuando la veía afanosa buscando en una carpeta.

“─Ajá… creo que esta es la carta y las hojas que le dije.”

─La carpeta tenía una nota en alemán escrita por el abogado:  Esta lista me la proporcionó un colega húngaro y gracias a él conseguimos una buena tasación para efecto de impuestos.  Busqué de inmediato la carta en húngaro: Estimado colega… etc. Nos costó un poco, pero pude obtener tasaciones correspondientes a la tercera y, en algunos casos, a la cuarta parte del valor real. A continuación venía la lista también en húngaro. No hallaba cómo disimular el temblor de la hoja en mis manos; buscaba en los renglones lo único que me interesaba: Kekesfalva y sus instalaciones anexas. El avalúo era de ¡Ciento noventa mil coronas! La tercera parte de las setecientas mil que yo había calculado. Mi corazón estaba a punto de reventar. Mi rostro estaba pálido, lo sabía porque sentía el hormigueo de la sangre que huía de mi rostro. ¿Cuánto le ofrecería ahora?

─Si hay algo en lo que soy rápido, es en manejar operaciones matemáticas sin necesidad de apuntarlas. ¡En el aire! Pero en ese momento estaba como dislocado. Los números hacían volteretas delante de mis ojos tal y como lo hacen en las máquinas de los casinos. Hasta que su voz me trajo de nuevo a la Tierra.

“─¿Es ese el papel que estamos buscando? ¿Usted lo entiende?”

“─En efecto señorita… el abogado le informa que se ha tasado el valor de Kekesfalva en ciento noventa mil coronas. Pero… desde luego, este es un valor nominal.”

“─¿Nominal?”

“─Si… nominal porque no es un valor real… digamos que se trata de una cifra tentativa. Una tasación oficial no tiene por qué ser un precio de venta… es, más bien… cómo le dijera… ─Yo estaba temblando pero tenía que ser ahora o nunca─ … es decir, no se puede contar con la seguridad de obtener todo ese valor. Pongamos por caso; si el objeto es tasado por ciento noventa mil, entonces, lo más seguro, es que obtengamos un precio de ciento cincuenta mil. Suma, con la que podemos contar.”

“─¿Cómo es la cosa? ¿Puede repetir la cifra, por favor?”

  ─Su voz era de incredulidad. Me pareció como la que se emplea para dominar la cólera retenida. La sangre se agolpaba en mis sienes y zumbaba en mis oídos. ¿Acaso mi avaricia estaba a punto de romper el saco? ¿No sería mejor doblar la cantidad, llevarla a trescientas mil coronas, que todavía seguía siendo una ganga? 

─Pues bien Doctor, hasta aquí me había acompañado la suerte y precisamente, ella es el producto de tres factores: La preparación, la oportunidad y la determinación. Esta última era la que tenía ahora que poner en juego. En juego, y a una sola carta. Si ya había hablado, no había vuelta atrás. Entonces, mientras las venas de mis sienes retumbaban como bombos, desvié mis ojos de los suyos y dije en el tono más humilde que pude.

“─Esto es lo que pediría yo. Ciento cincuenta mil coronas.”

─Lo siguiente que oí detuvo el tropel de mi corazón. ¡Lo paralizó!

“─¡¿Tanto?!... ¿Usted cree que alguien estaría dispuesto a pagar tanto?”

 ─Necesité un tiempo para responder ¡Estaba sin aliento! Esa fue una de las pocas veces que le hablé con la más llana honradez y casi en un suspiro.

“─Sí Señorita. No tengo la menor duda de que usted podrá obtener esa suma.”

 

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El señor Kanitz temblaba. Tomó otro sorbo y se recostó del asiento.  Respiró profundo antes de seguir.

─Doctor. Es bueno que entienda que cuando fui a esa casa, lo menos que pasaba por mi mente era tranzarme en un negocio tan ambicioso… si lograba concretar esa compra, en cuestión de meses iba a estar en capacidad de ganar más de lo que había ganado en casi treinta años de pequeñas transacciones. De allí en adelante comenzaron las horas de mayor desasosiego de mi vida. No debía soltar a la heredera por nada del mundo. Tenía que sacarla de Kekesfalva antes de que viniera Petrovic, y en el proceso, no debía revelar que yo era el comprador.

    Kanitz hizo una pausa que parecía estudiada. Desvió la mirada de mí y luego, como regresando de sus cavilaciones:

─¿Sabe Doctor? Antes de que alguien me acuse de mísero estafador y cosas por el estilo (y no le quitaré la razón) es necesario que se analice la otra cara de la moneda. Lo que le voy a decir lo supe después. Y lo pude obtener apelando a un sinfín de delicadezas para sacar fragmentos de frases que luego completarían el rompecabezas de lo que pasaba por el alma de esa dama, y que en ese momento yo ni siquiera sospechaba.

─El caso es, que la pobre heredera al llegar a su propia casa había experimentado lo amargo que puede ser el resentimiento más cruel, pero a la vez predecible, si tomamos en cuenta que ninguna envidia es tan insidiosa como la que emana de esos seres subalternos cuando el compañero es sacado del yugo donde ambos permanecieron uncidos por años y elevado en alas de ángeles a los dinteles celestiales. Las almas mezquinas perdonan más fácil a un príncipe la riqueza más extravagante que la libertad más modesta al que ha sido igual a ellas en su destino.  La servidumbre de Kekesfalva recordaba cuántas veces, en sus accesos de soberbia, la princesa había tirado el peine a la rubia cabeza alegando que la había maltratado al peinarla y como esa, mil humillaciones más que en el resto del personal no solo provocaban miedo a ser víctimas de sus arrebatos sino también lástima por esa pobre alemana. Pero ahora esa lástima se había trocado en rencor al verla convertida, sin más ni más, en la flamante dueña de Kekesfalva. Aunque, si de algo estaban seguros era que ese artificioso rol de propietaria que ahora ostentaba “la prusiana”, sería algo meramente transicional. Por ejemplo, Petrovic tomó el tren a Viena para no tener que saludarla, y la esposa de éste, que tenía el cargo eventual de ayudante de cocina en la casa ─y que por ser la esposa del administrador poseía un juego de llaves─ ni siquiera se dignó en recibirla. El sirviente que la recibió puso su valija en la puerta de su habitación, dio media vuelta, y se fue. Pasó esa tarde virtualmente sola; se sentía cansada, no como fatiga física sino como algo en su ánimo. Quiso recurrir a la música, pero ya se imaginaba lo que podían decir en la casa al escuchar las notas del piano; trató de leer, y tampoco se podía concentrar. Llamaron a su puerta y una voz le anunció que la cena estaba servida. En efecto. No obstante, lo hizo íngrima y sola en un comedor silencioso. Ella misma llevó los platos a la cocina y los lavó, y aún, antes de dormir, tuvo que oír a través de su ventana conversaciones en voz alta que giraban alrededor de frases como “cazadora de herencias” y “carita de yo no fui”. 


Esas primeras horas enseñaron a esa dama de sensibilidad tan delicada, que la casa se había transformado en un nido de víboras. Por eso, cuando conoce a un hombre tan enterado y comedido, que le propone buscar a un comprador seguro, que le da recomendaciones sensatas de cómo invertir el monto de la venta y de paso, se presta para asesorarla… ¡en fin!, era casi un mensajero del cielo. Por eso, no indagó más y puso a mis órdenes todos los documentos además de aceptar la proposición de viajar esa misma tarde a buscar al comprador (antes de que apareciera Petrovic). Todo fue muy rápido y cuando quisimos ver estábamos en el expreso a Viena. Viajábamos en primera clase. En este caso el sorprendido era yo, porque era la primera vez que me sentaba en los asientos tapizados de listas beige y grosella de un vagón premium.

Ya en Viena, la instalé en un hotel céntrico y yo ocupé una habitación cercana. Necesitaba tener armado el contrato esa misma noche. Eso lo iba a hacer con Gollinger, un abogado de mi confianza, para así, al día siguiente, dar el golpe de la forma más intachable. Pero, por otra parte, yo estaba en ascuas porque no me atrevía a dejar sola a la dama ni un minuto. Lo que se me ocurrió fue proponerle concurrir a la ópera en tanto que yo trataría de contactar al señor que estaba interesado en comprar. Idea que ella aceptó gustosa. Eso me aseguraba dos horas y media para mi diligencia. Alquilé un coche (yo estaba acostumbrado a usar los carretones públicos, donde me codeaba con obreros, campesinos, cabras, jaulas y gallinas, y me dirigí a la casa de mi abogado mercenario, pero no estaba. Me dediqué a buscarlo hasta que pude ubicarlo jugando cartas en un bar de mala muerte, y le ofrecí un buen fajo de coronas para montar el contrato y para que, al otro día en la noche, citase al notario público, quien también recibiría una comisión por su trabajo fuera de horario. Primera vez que yo hacía esperar a un coche en la puerta mientras que le dejaba los datos a Gollinger para el documento. Al finalizar, me hice llevar a toda prisa al teatro. Se me había hecho tarde.

─El público ya salía. Entré corriendo al vestíbulo. Busqué entre la gente, pero la Dietzenhof no estaba. Subí a saltos hacia el palco. Tampoco estaba allí ¿Se había extraviado? ¿O era que, al fin, había descubierto mi coartada? Bajé a zancadas al vestíbulo y la pude reconocer por su cabellera amarilla, de espaldas, contrastando su vestido sin pretensiones y confeccionado por ella misma, con las elegantes galas de las damas que la rodeaban. Al verme, me recibió con entusiasmo. Se había inquietado por no saber de mí, aunque debo admitir que el mayor alivio fue mío.

─Esa noche, ya en mi habitación y a pesar del trasnocho anterior, estaba tan nervioso que no podía dormir. ¡Faltaban tan solo horas, para llegar a la meta! Pero me asaltaba el temor de que todo se cayera en el último minuto. Así que en previsión de que se tropezara con su abogado o una persona que la alertara, no me quedó otra alternativa que alquilar un coche. 

 ─A la mañana siguiente entré cansado al restaurante del hotel, y ya ella me esperaba tranquila. Luego del desayuno comenzó la gira. Primero nos dirigimos al banco para indagar lo referente al cheque de gerencia y las condiciones del plazo fijo, pero no le dije lo más importante, que necesitaba retirar dinero, pues desde el día anterior yo había asumido unos gastos que representaban lo que yo gastaba en tres meses. Al llegar, desplegué todo mi arsenal de relaciones públicas, saludando con entusiasmo, desde el portero hasta el gerente, para darle la impresión de que yo era una persona de confianza en la entidad. Al salir de las oficinas internas la vi sentada pacientemente con sus manos cruzadas sobre la cartera en su regazo. No era conveniente que tuviese en las salas de espera piensa que piensa, pues la mente comienza a procesar detalles que al principio no dimos importancia, pero cuando menos se espera, pueden aflorar encajando como piezas de un rompecabezas. ¿Y si del fruto de esa relajada meditación surgiera el rayo de luz que enfocara la virtual estafa? Tenía que impedir eso a como diera lugar. Así que, al salir del banco hice detener el coche frente a una librería. Entré azorado y lo que se me ocurrió pedir fue una antología de los mejores poetas parnasianos de la lengua alemana, recopilados por Heinrich Heine, una edición en cuero con canto dorado, de 1898. Al subir a la calesa y entregarle el libro, su entusiasmo fue mayúsculo. Pero lo que ella no sabía era que, aunque me lo pidiera, yo iba a hacer cualquier cosa para evitar autografiar el libro, en la seguridad de que, en un futuro inmediato, cualquier objeto que le recordara mi persona iba a ser motivo de congoja; incluso, pudiese falsificar la firma y usarla contra mí. Otra cosa que hice fue buscarle conversación en los trayectos para evitar que reflexionara acerca del paso que estaba a punto de dar, así que me dediqué a hurgar en sus aficiones descubriendo que se interesaba por la pintura; lo que resultó excelente, debido a que mi trasiego como tasador de arte me había obligado a conocer lo atinente a la vida de los artistas. Cuando ella se refería a los pintores parecía una adolescente deslumbrada por sus ídolos. Hasta que volvíamos al tema de los trámites; entonces, su mirada se trocaba en atención muda, pero con cierta impaciencia por “pasar la página”.

─Comenzamos a trajinar por toda Viena… digamos que en parte era para comparar y ubicar la mejor oferta de inversión del importe de la venta, lo que resultó en negociar con la Transnacional de Ferrocarriles Europeos, la empresa con más competitividad y expansión. Pero también debo reconocer que mi intención era aturdirla de tal modo, que se diera cuenta de las dificultades que entrañaba la venta sin el asesoramiento adecuado. Pero, por lo visto, ella nada que se aturdía. Se sentaba en las salas de espera y leía hasta que yo la llamaba y la hacía pasar. Mucho después comprendí que con libro o sin él igual iba a esperar de la forma más paciente, porque en todo los años de andar junto a la princesa las esperas habían llegado a ser parte de su naturaleza. ¡En eso se le habían ido los mejores años de su juventud!


─En cuanto a los trámites, cualquier cosa que yo le propusiera, ella accedía y procedía a firmar. Tanto, que en algún momento comencé a sentir la tortura perversa de que si le hubiese ofrecido tan solo ciento treinta mil coronas, igual las habría aceptado; porque se evidenciaba que más que obtener un precio, lo que anhelaba era terminar lo antes posible con el levantamiento de formularios y firmas, pues, hasta la mera visión del dinero (que ni contaba) le producía una marcada inquietud. Sin duda, solo quería escapar a su mundo, sus lecturas, tejidos, patrones de costura, y el piano.

─La diligencia había durado desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde. Ambos estábamos exhaustos. Entramos en un cafetín y luego de una breve cena. Le dije.

“─Bueno señorita. La venta ya puede darse por realizada. Apenas falta la firma ante el notario y recibir el importe de su transacción. Con esto, quedan tan solo dos firmas para mañana: la del plazo fijo y la de las acciones.’’

─Su rostro se iluminó.

“─Entonces ¿Podré irme esta misma semana?

“─Por supuesto. Mañana a esta hora usted no tendrá que ocuparse más por dinero o propiedades. Tendrá una holgada renta mensual asegurada de por vida. En adelante usted podrá vivir en cualquier parte que tenga un banco cerca y, por cortesía le pregunté“¿Piensa ir a vivir con su familia?”

─En ese momento vi como un pensamiento fugitivo atravesaba su rostro tal cual la sombra de una nube.

“─Puedo ir a casa de mi sobrina en Wesfalia.

─De inmediato pedí al mozo una guía de ferrocarriles para plantear todas las combinaciones. Le aconsejé que pernoctara en Fráncfort, y al día siguiente, seguir descansada a Colonia (en la publicidad  ví el aviso de un albergue que se veía bien y era económico). Estaba en esto de los pasajes hasta que consulté el reloj. Detuve todo y nos dirigimos a la notaría.

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─En menos de una hora quedó todo arreglado… digamos que ese fue el tiempo suficiente para arrebatarle a la dama las tres cuartas partes de lo que quedaba de su herencia. El notario, de manera disimulada, vio tangencialmente a la Dietzenhof sobre el borde superior de sus lentes. Él, como todo el mundo, sabía los pormenores del caso. Yo adivinaba lo que estaba pensado: “Pobre mujer ¡En manos de quién ha caído!”. Pero tuvo la discreción de limitarse a bajar la cabeza para desplegar el documento con cuidada parsimonia e invitar cortésmente a la Dietzenhof a firmar. La tímida dama no tuvo otra reacción que dirigirse a mí que, con un gesto, la animé a firmar; se acercó a la mesa y escribió lentamente con su letra redonda, clara y todas en el mismo grado leve de inclinación a la izquierda Annette María Dietzenhof Beate”. Luego firmé yo. El notario secó con cuidado las rúbricas y, a una señal suya, los tres nos levantamos y nos dimos las manos; después lo hicimos con el propio Escribano.

 ─Al bajar las escaleras iba yo detrás de la señorita y detrás de mí, Gollinger me molestaba dándome golpecitos con su bastón y con la voz aguardentosa me repetía por lo bajo: Lupus maximus. A pesar de eso, cuando Gollinger se fue y quedé solo con la dama, me sentí en una situación… de verdad embarazosa. Ahora, esa mujer silenciosa que caminaba a mi lado había dejado de ser el objetivo a destronar. En otras palabras, “el enemigo”. ¿Qué podía hablar yo? ¿Felicitarla por la venta, es decir el desfalco? Y más, cuando la pregunta que debía flotar frente a ella era ¿por qué yo había firmado como propietario? Su paso ahora era distinto, casi a conciencia. Caminaba con la cabeza baja, pero por la forma indecisa con la que daba cada paso (no me atrevía a mirarla a la cara) comprendí que reflexionaba. ¿Había descubierto que yo era el comprador? ¿Por qué no hice la venta a través de un banco hipotecario? En silencio caminamos media cuadra. Cuando sentí que carraspeó, como dándose ánimo; y comenzó a hablar un poco atropellada, cosa ajena a su estilo.

“─Usted perdonará… pero pienso irme lo más pronto posible y necesito dejar todo arreglado… y como reconozco el gran trabajo de recurso, preocupación y tiempo que ha invertido… le ruego que me diga… ¿Cuánto le debo por tantas molestias?”

─¡Esto era demasiado!  En medio de mi aturdimiento, no pude sino replicar:

“─¡Dios mío, por favor! Usted no me debe nada.”

 ─Yo estaba transpirando. ¿Cómo era posible que esta situación me tomara sin estar preparado? Yo estaba cebado en el trasiego de la oferta y la demanda y sobre todo en la especulación y eso me había dado la perspicacia para prever toda la gama de reacciones humanas. Yo sabía lo que era que me tirasen una puerta en las narices, un intento de ataque físico, responder judicialmente ante una demanda, la amarga maldición de alguien que había quedado despojado, gente que no contestaba mi saludo, o que se apeaba del carretón escupiendo cuando a mí me tocaba subir, incluso, había calles enteras donde prefería hacer un rodeo para no tener que transitarlas. Pero ¿que alguien me diera las gracias sinceras por una infamia?

“─Por amor de Dios, señorita. Solo espero haberla ayudado a conseguir lo que usted quería: vender lo antes posible. Y lo hice porque estoy convencido de que era lo más beneficioso… las personas como usted, que no entienden de negocios, lo mejor que pueden hacer es no mezclarse en ellos (antes de proseguir tragué saliva) … señorita… Le advierto que más de uno vendrá a decirle que ha hecho el peor negocio de su vida, que la estafaron ¡qué sé yo!, pero por más que le digan eso recuerde que hay cosas que esa gente no sabe… si bien es cierto que usted hubiese obtenido un precio más alto por la propiedad, no obstante, no lo habrían cancelado en un solo pago sino interponiendo letras, y para serle sincero, eso no funciona con usted… usted, por lo visto, paga a tiempo todos sus compromisos, lo que quiere decir que no es una persona que esté dispuesta a cobrar. Le apuesto que más de una vez ha dejado que se pierda una mercancía la confección de un vestido, por ejemplo para no insistir con el comprador. ¿Acaso usted puede ser capaz de entablar una querella si el pagador de la letra se atrasara o simplemente dejara de cumplir?... no lo creo señorita. Para cobrar… ¡Para los negocios en general! Hay que ser… pues… hay que ser duro como el propio dinero. Pero no solamente eso, sino también mañoso, y créame, usted no está para eso. Así que, lo mejor fue lo que hizo.”

─Entretanto ya habíamos llegado al hotel y ella, extendiéndome la mano, me dijo de una forma extrañamente desenvuelta:

“─Gracias por sus consejos. Pero le reitero mi petición. Tiene dos días dedicado a mis asuntos y sé que nadie lo hubiese hecho con el desprendimiento que usted ha demostrado. Nunca se ruborizó un poco─ un caballero había sido tan atento conmigo. Nunca… hubiese creído que quedara tan pronto libre de este asunto. Así que tómese su tiempo y mañana me da razón de lo que le dije. Por los momentos le repito: le estoy muy agradecida, de verdad.”

─Diciendo esto extendió su mano, mientras que un brillo infantil iluminaba su mirada azul. Traté de responderle, pero no tenía nada para decir. Así que, besé su mano y se retiró. Me quedé viéndola, como a punto de hablarle sin saber de qué. Hasta que vi que el recepcionista le entregaba la llave.

Cuando salí a la calle parecía un autómata. No sabía a dónde iba y al pasar por una cristalería iluminada vi mi rostro en el espejo de la vitrina y comencé a analizarlo como quien mira la imagen de un asesino en un diario. ¿En realidad yo era tan egoísta, o se trataba de mis circunstancias? Entonces volvió el eco de esa voz “le estoy muy agradecida, de verdad”. Eran las palabras de la única persona que había creído que yo era un hombre probo. En un acto de masoquismo deliberado, volví a verme en el reflejo; esta vez me quité los lentes. Qué diferentes eran los mensajes que transmitían mis ojos comparados a lo que emanaban de los de ella. Los míos eran ansiosos, los de ella apacibles, iluminados por la fe interior del que encuentra lo mejor en cada uno de sus semejantes. Esa mirada la había visto antes. ¡Sí! Así miraba mi madre. Una mujer curtida en las pruebas más duras, pero que, más allá de las circunstancias, creía que del mundo también se podían sacar cosas buenas: por ejemplo, de mí. No obstante, para ser digno de aquel fervor había que ser un hombre cabal; factible de ser engañado, pero que nunca engañaría a nadie. Al fin de cuentas, sobre el hombre justo es que reposa la bendición de Adonay.

─Entré en un local y pedí un café a ver si se me quitaba lo amargo que sentía en la boca. Fue inútil. Todo este desasosiego era por el negocio. Si ese era el problema, bueno, no iba a esperar que ella me reclamara, sino que, de manera espontánea, le dejaría abierta la opción del rescate, quedándome tan solo con un porcentaje. Esta idea fue la que me dio una efímera sensación de alivio y fue así que esa noche pude dormir, aunque no lo suficiente.

………..

─El compromiso de acompañarla a las últimas firmas me hizo despertar temprano, lo que me dio tiempo de comprar una caja de bombones de una afamada repostería vienesa, pero me pareció que no era suficiente, así que también busqué un enorme ramo de rosas rojas. Volví al hotel con las manos ocupadas y pedí al recepcionista que le enviara los obsequios a la habitación, pero él, dándome trato de nobleza, según el hábito vienés, me contestó:

“─Señor von Kanitz, la señorita ya bajó a desayunar. Está en el restaurant.”

─Por un momento dudé. Hubiese preferido dejarle los regalos y no tener que verla de frente y a solas… pero… al fin y al cabo, igual iba a verla cuando la acompañara al finiquito de las firmas. Hasta que el botones interrumpió mis cavilaciones.

“─Si quiere puedo llevarle las cosas de su parte.”

“─Es usted muy amable, pero no, gracias.

─Cuando entré al comedor, la vi en una mesa solitaria al lado de una ventana leyendo su libro de poemas. Al contacto con la luz natural sus bucles dorados brillaban aún más. Me acerqué sigiloso y puse la bombonera y las flores en la mesa, dedicándole la más amplia de mis sonrisas. Se sonrojó, pues esto lo llegué a saber después nunca le habían regalado flores, exceptuando la vez que uno de los  parientes de la Orosvar le había enviado un ramo para congraciarse con la persona más cercana a la princesa. Ante esto, la Orosvar montó en cólera y le ordenó que las devolviera de inmediato. Ahora, en cambio, alguien le regalaba unas rosas y nadie le iba a ordenar que las regresara.

“─¡Pero cómo!... por favor ¡¿a qué debo esto?!... esto… esto es demasiado hermoso para mí.”

─¿Sería la luz que se reflejaba desde las flores o la sangre que se agolpaba en sus mejillas? Lo cierto es que un brillo rosado estaba regado en su rostro.

“─Siéntese, por favor.”

─Me senté enseguida.

“─Señorita… es un pequeño presente de despedida. Ahora vamos a las firmas del banco y de las acciones… pero… ¿de verdad se quiere marchar tan rápido?

“─Sí.”  Respondió bajando la cabeza, mientras acercaba hacia sí el ramo. No hubo ni alegría ni pena en ese “sí”. Era más bien de serena resignación.

“─¿Ha anunciado por telegrama a sus familiares que usted va a ir para allá?” 

“─No. En realidad, creo que se asustarían si les mando eso… además… ellos casi nunca han sabido de mí.     

─Esta respuesta no me gustó. Dudé por un instante si era prudente someterla a mis indagaciones. Pero decidí abordarla.

“─Usted me va a perdonar que le pregunte estas cosas… ¿se trata de parientes cercanos?”

“─Sí y no… la verdad no; se trata de una sobrina, hija de mi difunta hermana, que vi muy pocas veces cuando ella todavía era una niñita. Tampoco conozco a su marido; solo sé que tienen una parcela con una pequeña granja de gallinas ponedoras. Ambos me escribieron y, muy gentilmente se pusieron a mis órdenes y me dijeron que tienen dispuesta una habitación para que esté con ellos todo el tiempo que desee.”

“─¿Pero?… ¿qué va usted a hacer allá?”

“─No sé… bueno… puedo recolectar los huevos todos los días.”

─Esta respuesta hizo que me sintiese pésimo. Era algo indefinible. Sentía como un dolor que uno sabe que ha sufrido pero que no consigue recordar; solo descubre que todavía se oculta entre las entrañas. Estaba en presencia de una mujer abandonada, no al destino, sino a la veleta de los vientos. Pero creo que lo que más me afectó fue que, en la desorientación que ella experimentaba, estaba reflejado yo; en mi vida sin hogar, sin más objetivo que el hacer dinero, y en ello sacrificando todo. ¡Hasta mi propia felicidad! Yo estaba alterado y no pude disimularlo cuando le dije.

“─¡Por favor!, eso no tiene sentido. ¿Pretende internarse en un monte  por el resto de su vida, al lado de unos parientes que usted nunca conoció? Usted no tiene necesidad de enterrarse así.”

 ─No sé si fue una ilusión óptica, pero sus ojos, antes azul celeste, se habían tornado en un gris acero. Hasta que me respondió casi con un suspiro (tuve que hacer un esfuerzo para poder escucharla)

“─Para serle sincera. Yo misma me siento intimidada por esa decisión. Pero… ¿qué otra cosa puedo hacer?” Y diciendo esto, levantó su mirada de las rosas hacia mí─.

“─Entonces lo mejor sería que usted se quedara aquí.”

 ─Y luego de una pausa, me oí diciendo en voz más baja aún.

“─Quédese aquí… conmigo.”

 ─Me miró, y dio una leve inclinación de cabeza, como de incredulidad. Solo entonces comprendí el alcance de lo que había salido de mis labios. Era una frase que, a diferencia del resto, había escapado sin que la sopesara. Sencillamente, mi inconsciente había brotado a través de una vibración de la voz. De inmediato comprendí lo expresado y además, el lógico error de interpretación a que se prestaba la frase. Así que aclaré de manera precipitada.

“─Quiero decir… cásese conmigo.”

 ─Por un instante, el silencio se hizo escandaloso. Hasta que se levantó de manera brusca, dio media vuelta y cruzó el comedor casi a la carrera, esquivando y tropezando las mesas. Fue en ese momento que analicé el alcance de mi propuesta ¿Qué me había creído? ¿acaso podía seducir a una dama tan sensible y culta? Estaba claro que ella me había dado su confianza, pero yo había sobrepasado los límites de una forma abusiva. Yo, un feo, y de paso un viejo tacaño y sin escrúpulos ¿Qué podía ofrecerle a una mujer tan ajena a mis mezquinas ruindades? Esa reacción, incluso, me hizo sentir conforme al fin. Las cartas habían quedado todas sobre la mesa y vueltas hacia arriba. Ya ella había descubierto lo miserable que yo podía ser. Al fin y al cabo… ¡si yo mismo me despreciaba! ¿Por qué iba a impedir que ella pensara de otra forma? Bien merecido me lo tenía.

─Todo esto pasaba por mi mente hasta que ella apareció con los ojos enrojecidos ¡Había llorado! Tenía la cara húmeda, se había lavado de manera apresurada. Para sentarse tuvo que asirse con ambas manos al respaldar, y yo estaba aún en un estado de conmoción tal, que no tuve voluntad para levantarme y apartarle la silla.

“─Perdone usted… perdone mi brusquedad… es que no puedo entender… ¡usted ni siquiera sabe quién soy yo!

─No pude responderle. No obstante, quedé conmovido al percatarme de que su reacción no era de enojo sino de consternación. Sin duda yo había sido demasiado directo y ambos quedamos aturdidos. Ninguno quiso volver a tocar el tema, y menos mirarnos a los ojos. No obstante, aunque hablamos solo lo indispensable, esa mañana la acompañé a las últimas transacciones, pero en la tarde, cuando tenía que comprar el boleto, no lo hizo. El día siguiente tampoco, y al tercer día le volví a proponer matrimonio. Tres meses después nos casamos.


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    El relato me dejó sin habla. Aunque pude comprobar que había servido de catarsis para el señor Kanitz. Ahora su respiración era más relajada. Tomó lo que quedaba de su jarra, se sacó el reloj del chaleco y sin dejar de ver la esfera, dijo:

─Bueno Doctor, ya es hora de volver al sanatorio.

 Subimos a la calesa en silencio, pero ya en marcha, retomó la conversación.

─Todavía hay gente que afirma que yo me casé con Annette para despojarla de su herencia. Que piensen lo que les plazca; no me rebajaré a discutir eso con nadie. Ella y el notario público saben la verdad y eso es suficiente. Por otra parte, cuando de mis labios salió la proposición y perdone si repito lo que dice por ahí cierto médico vienés en realidad lo que me pasó fue que “tomé conciencia de mi inconsciencia”.

─¿Cómo me enamoré de Annette?... digamos que el encanto no es algo súbito, nada parecido a una explosión de dulzura ni mucho menos… es más bien discreto, como una hebra de plata tejida de forma sutil entre los hilos de la personalidad. Resplandece sin que uno se percate de ello.

─Parecía un compromiso absurdo, pero los opuestos suelen armonizar… por ella fue que comprendí en todo su sentido la sentencia bíblica de “El que halla esposa, halla el bien y alcanza la benevolencia del Señor”, pero, por esa bendición tuve que pagar un costo, siendo que toda elección es una renuncia. El caso es que me propuse convertir en ese hombre a quien ella admiraba; por eso me desligué de raíz de todo mi pasado fraudulento, cancelando todo tipo de asociación dudosa con cuantiosas pérdidas de mi parte. Incluso, traté de reponer algo de los desfalcos más notorios de mi antigua carrera de usurero. Y no contento con esto, y para ser un verdadero “hombre nuevo”, busqué un padrino influyente y me bauticé.

─En cuanto a la Central de molienda, si bien, yo no era agricultor ni industrial, sí tenía un camino andado en los seguros agrícolas y sabía quiénes eran los técnicos más destacados en cada proceso y los contraté. Hice inversiones en la actualización de la maquinaria, luego me asocié con unos industriales vieneses para formar el trust del alcohol (que ha llegado a competir con los productos importados desde América del Sur) y otro de alimentos, formando el complejo cerealero que ya usted conoce.

    Hizo silencio porque acabábamos de ingresar a los jardines de la fachada del sanatorio. Nos apeamos despacio, nos dirigimos a la sala de espera de los quirófanos, y nos sentamos en unos muebles que nos permitían ver la puerta.

─Pero Doctor… de nada vale el éxito más rotundo si no puede verse reflejado en los ojos de la mujer amada. Por eso siempre tengo que volver a Annette. Ella es como el remanso luego de la corriente. Las cosas que hace producen en mí una tímida admiración y… ¿por qué no? un orgullo egoísta, y aunque yo no puedo hacer las cosas que ella hace, siento que si lo hizo ella, es como si lo hubiese hecho yo. Al fin y al cabo (y eso aplica para ambos) da más fuerza saberse amado que saberse fuerte. Gracias a eso ella recobró su lozanía y belleza, pero lo hizo tal y como ella es: sin espavientos, sin presumir de nada; más bien, siempre ha sido el alma callada de la casa. Pero, por lo demás, la vorágine de compromisos sociales en los que tenía que intervenir por el hecho de ser el líder de una corporación, hizo que replanteara mis actividades, nombrando un personal de confianza para dar la cara en el ámbito público y hacerme a un lado para mover los hilos de la empresa fuera de escenario. En la casa pocas veces tenemos invitados. Es como si nos hubiésemos puesto de acuerdo para tratar de que la gente se olvidara de nosotros. A decir verdad, la felicidad no tiene por qué hacer bulla. La prueba está en que nuestro hogar fue así por algunos años. Hasta que Annette me dio la más grande alegría de mi vida: El nacimiento de Edith Annette.

    Se refería a esa encantadora niña de cabello negro y ojos azules, que heredó la suavidad tímida y cortesía natural de la madre, más la inteligencia penetrante del padre.

─Pero ahora, la mamá de la niña de mis ojos está en estas condiciones… comenzó a adelgazar y a sentirse cansada… esa tos, la sangre… ¡en fin! Usted conoce mejor que yo el historial médico, pero, lo que sí le puedo asegurar es que su mayor deterioro se debió a la reticencia de que yo me enterara de su estado. Tal vez pensaba que era algo pasajero y no quería por nada del mundo que yo, teniendo cosas “más importantes” que atender, me preocupara por ella. Entonces apretaba los labios para no quejarse. Hasta que no pudo ocultarlo más y la crisis estalló.

─Doctor, usted sabe que he movido Cielo y Tierra para curarla. De hecho, esta operación es mi última carta. Y a propósito de todos mis esfuerzos, la realidad es que el dinero, ese dios a quien he servido desde mi infancia, lo he visto desmoronarse tal y como aquella estatua de Nabucodonosor. ¡Se ha hecho añicos! Pero aparte, la enfermedad de Annette ha representado para mí un verdadero… ¿cómo decirle?... naufragio existencial... es como si tratara de sobornar a Dios… pero… ¿cuál Dios? ¿el nuevo Dios, ese que está en la iglesia? ¿o el Dios de la sinagoga? No me importa. Así que, tanto al párroco como al rabino he llevado contribuciones para que ellos intercedan al Ser Supremo por la salud de Annette. Y solo me pregunto, ¿si el pecador he sido yo, por qué se va a ensañar con la vida de Annette? Ella es incapaz de hacerle daño a nadie. Si alguien en realidad ha sido malo, ese soy yo.

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    En ese momento, la puerta del fondo se abrió. Una enfermera salió apresurada hacia el pasillo contiguo. De manera instintiva y como provistos de resortes, nos pusimos de pie. Solo tuvimos que esperar un momento cuando la puerta se volvió a abrir y vimos salir al cirujano que se quitaba el tapaboca y se dirigía hacia nosotros. 

Alí Reyes Hernández

Caracas, agosto del 2015


Tomado del libro LA BALALAIKA, EL GUARDAESPALDAS Y EL MAESTRO, editorial Ìtaca, Los Teques, Venezuela, 2023


Ilustraciones, 1y2  pintor Alexey Savchenco, 4, pintor Richard McKinley, 5 pintor Weiner Hofoper

 

 


Comentarios

Beauséant ha dicho que…
Un gran relato, lo tiene todo, en serio... El estilo me ha recordado un poco a las historias de Poe, siempre con algo a punto de saltar entre las líneas del relato. Muy bien llevado y narrado, no se hace nada largo.

Y la historia, bueno, hay gente que tiene la suerte de encontrarse una rosa entre la basura. Por suerte fue lo bastante inteligente para saber que era una rosa y no pisarla con saña. Un relato ambiguo, ¿verdad? No me gustan esas personas que hacen mal bajo la bandera de: "o lo hago yo, o lo hace otro" pero, al menos, supo mitigar el daño que causaría....

Me ha gustado mucho.
Enrique ha dicho que…
Muy bueno, Alí. Me gusta este estilo de narrativa que me engancha hasta el final. También me ha gustado que dejes el final a elección del lector.
Bien definido el protagonista. Y muy justamente dedicado a Zweig, él también retrata de lujo a los personajes de sus cuentos.
Por cierto, el sr. Zweig también terminó exiliándose a Brasil. Otra coincidencia.
¡¡Un abrazo fuerte!!!
Citu ha dicho que…
Me gusto la historia él iba por una cosa y todo cambio como la vida misma. Me encanten tus descripciones y personajes. Te mando un beso.
Enrique TF ha dicho que…
Eres realmente un gran escritor, Alí, este relato merece ser encuadernado y publicado. Historia, personajes, motivaciones (correctas o no), todo es un magnífico compendio de situaciones que hacen muy agradable y tenso, tu "cuento".
Gracias.
carlos perrotti ha dicho que…
Te felicito, amigo, y más cuando lo he releído...

Abrazo hasta vos.
Tomás B ha dicho que…
Interesante el texto que nos has dejado con una gran moraleja que se puede sacar. Aunque nos dejaste con la duda del destino de la mujer.

Saludos.
VENTANA DE FOTO ha dicho que…
Después de leer tu cuento, te voy a contestar a la pregunta que me has hecho en mi última entrada.
La fotografía última de mi reportaje y que te ha llamado la atención. Es una especie de botijo, que aquí en Andalucía, popularmente se le ha llamado porrón. Esta puesto solo para decorar el puesto. Su uso ha caído en desuso, ya que ahora no tiene ninguna utilidad.

Lo construían los alfareros y eran común que hubiera uno en cada casa, cuando de verano apretaba el calor. En la época en que se utilizaba, aún no se había inventado los frigoríficos y era el medio que se tenía para mantener el agua fresca. Se llenaba de agua y se mantenía a cierta altura y se bebía el agua a través de cierta altura y con el botijo inclinado, siempre dirigido a la boca.

En los pueblos había en muchas casas un pozo y había la costumbre de mantenerlo en el agua del pozo ,dentro de un cubo, del que se sacaba tirando de una zoga.
Ahora ya no se utiliza, paro se pueden ver, decorando algunos lugares. Te mando este enlace, por si te quieres entretener en verlo.

https://www.canalsur.es/multimedia.html?id=1736511

Un abrazo



AlmaBaires ha dicho que…
Era un muy buen relato la primera vez que lo leí, y hoy es aún mejor, si se puede.
Felicitaciones, Alí.
Teresa ha dicho que…
Volveré con más tranquilidad mañana. Besos.
Sara ha dicho que…
Enhorabuena por este cuento precioso con tanta reflexión a la que invitas. Descripción magnífica de personajes , trepidante historia y el final...qué final, Me gusta como escribes, te doy la enhorabuena Ali y te envio mi abrazotedecisivo desde La Robla, León, España. Un gusto retomar los blogs amigos.
Wuilfenvar ha dicho que…
MI HERMANITO Y AMIGO ALI CIERTAMENTE LA NARRATIVA TE ENGANCHA HASTA VER QUE SUCEDE AL FINAL DE LA HISTORIA,PER A DU BEZ LA PERSPICACIA DEL LECTOR YA VA DESCUBRIENDO COMI UN INSPECTOR DE POLICÍA LO QUE VIENE O SE AVECINA SABIENDO QUE LA HUMILDAD DE ESA MUJER LA LLEVARIAN A UN ENAMORAMIENTO PIR UN TRATO CABALLEROSO QUE NUNCA HABIA RECIBIDO Y POR ENDE LA LLEVARIAN A ENSMORARSE.A SU VEZ SABER QUE LA PROPUESTA DE ESTE SEÑOR NO ERA MAS QUE EL ARREPENTIMIENTO POR LO QUE EL MUSMO NARRA, QUERER ENGAÑAR AL PRIPIO DÍOS REFLEJADO EN EL ALMA PURA DE AQUELLA MUJER... EXCELENTE ALI.MIS SALUDOS DESDE ITALIA
Teresa ha dicho que…
Me ha gustado Ali. Besos.
El Último de Filipinas ha dicho que…
Qué desconocida nos resulta la Europa central y oriental de principios del XX. Trataron de unificarla, y con el tiempo está volviendo a ser otra vez compleja, tumultuosa y abigarrada.
Ildefonso Robledo ha dicho que…
Buen relato. Stefan Zweig, por cierto, es un maestro indudable.
José maria ha dicho que…
Un buen relato, te felicito.
Buen fin de semana.
Saludos.
xurxo ha dicho que…
Vaya, muy bueno!!
Un saludillo;)
Conchi ha dicho que…
Me ha encantado tu relato Alí ¿tendra continuación?, me quedo con la duda de saber que pasa con su mujer.

Un abrazo.
Hada de las Rosas ha dicho que…
Excelente cuento, te felicito por tu talento, Ali!
Sergio ha dicho que…
Excelente cuento que rinde un más que justo homenaje al escritor austríaco. De hecho recoge tan bien su herencia que no desmerecería entre su propio catálogo. Hay un más que profundo análisis psicológico de los personajes. Y moral. Tan bien hilado que es perfectamente creíble la transformación del personaje principal de rufián a redimido.
Y una vez más, ya como en la escritura de Ali Reyes, la estructura es perfecta. Con ese final tan bien entregado a la imaginación del lector. Muy bueno.
lola ha dicho que…
Hola, Alí
Me ha gustado mucho la historia, felicidades por ella.
También aprovecho para desearte que tengas un buen año 2024. Yo ando un poco alejada del mundo blogger pero aún así siempre recuerdo a los amigos que he conseguido a través de él. Un beso enorme.
Martha Colmenares ha dicho que…
Me gusta el recurso de la obra abierta, lo de extrapolar al lector; así que vaya final. Los diálogos descriptivos con mucha hilación. Lo poético presente: "Ella es como el remanso luego de la corriente". Esa evocación austriaca me encanta, nos traslada a los parajes por los cuales nos lleva tu escritura. Aplausos, Ali.
ethan ha dicho que…
Ya te di la enhorabuena la primera vez que lo leí. Y te vuelvo a decir lo mucho que me gustó el cuento.
Abrazos!
Alí Reyes ha dicho que…
GATA Qué alentadoras son tus palabras. Fuiste la primera que comentó y lo pude leer antes de salir al trabajo. Esa fue la clave para pasar el día con una energía inusitada. Eso es lo que pasa cuando hablan bien de alguno de nuestros hijos. Por otra parte, esa comparación con Poe, el fundador del cuento moderno tal y como lo conocemos hoy en día, es ya un gran elogio. Aunque acá, la atmósfera es más la de Estefan Zweig, siendo que el relato se inspira en el mundo de la novelística de este judío austríaco. Muy buena la metáfora de “la rosa en la basura” aunque no sé decirte quién encontró esa rosa en la basura, si Kanitz o Annette. Y en cuanto a las malas intenciones de Kanitz… cierto… no obstante, lo importante es que al final, ese hombre ávaro dispuesto a vender su alma por dinero, había dejado de existir, ahora era OTRO hombre.
Alí Reyes ha dicho que…
ENRIQUE El hecho de que compares mis traspiés con los de Zweig, si bien no puedo dudar que ya la comparación es un orgullo para mí, también es algo terrible, siendo que, cuando este escritor estaba exiliado en Petrópolis, Brasil fue víctima de un gran sufrimiento, al enterarse de la actualidad de su Europa asolada por la guerra con la posibilidad cierta de la victoria nazi, lo que lo llevó a un estado de depresión que, en definitiva, nos hizo perderlo cuando más se le necesitaba.
En efecto, el cuento está dedicado a Stefan Zweig, por muchas razones. Por supuesto, cuando uno se mete a esto de escribir cuentos, es porque ha leído a muchos autores buenos, la lista sería larga de enumerar, pero Zweig, creo que fue el que, en definitiva, me hizo decidir a meterme de lleno en el mundo de la cuentística. Se trata de un verdadero maestro para mí. De hecho, he publicado tres libros de cuentos y en casi todos mantengo la estructura de Zweig, aquella que he llamado, la de la “matrioska”, esas muñecas rusas de madera que caben unas dentro de otras. Si revisaras mis escritos, te darías cuenta que, en su mayoría, están estructurados bajo esa tendencia: una historia afuera y otra adentro. No estoy diciendo que Zweig inventó esa modalidad, pero sí te puedo asegurar que la perfeccionó hasta hacerla parte integral de la novelística moderna.
Alí Reyes ha dicho que…
CITU Hola guapa. Suele pasar… uno va por una cosa y en el camino se encuentra con otra, el problema es saber cuál de las dos cosas es la mejor, allí es donde se tiende a fallar. Y en cuanto a los personajes, si bien el cuento lo escribí yo, éstos en realidad pertenecen a la novelística de Zweig. Para más detalles al respecto, sería bueno que le dieras una ojeada a lo que le acabo de responder a ENRIQUE. Un gran abrazo hasta Quito.
ENRIQUE TF Gracias, mi hermano. En realidad estoy trabajando duro para ser un buen escritor. Ahora bien, es necesario reconocer que el crédito de este trabajo no es mío solo, sino de, algo así como, un equipo con el escritor austríaco que nombro al comienzo. Para ello te sugiero leer la respuesta que arriba hice a tu tocayo ENRIQUE. De todas maneras, gracias por tus palabras.
CARLOS PERROTTI En efecto, mi hermano. Este es un relato que exige una segunda lectura, porque en la primera el lector queda tan conmocionado como los personajes después de ese diálogo en el restaurant del hotel. La segunda lectura es la que nos permite apreciar las señales del desenlace que están a lo largo del camino y que, los lectores no suelen tomar en cuenta. Gracias por tu visita.
Alí Reyes ha dicho que…
TOMÁS B Pareciera un final abierto donde el lector decide si ella muere o se salva. Pero… me temo que el desenlace es fatal. Primero, porque la paciente estuvo por décadas, expuesta a ser una fumadora pasiva, gracias a su cercanía con la Orosvar. Segundo, poque, si bien, hoy en día esas cirugías son delicadas, imagínate lo difícil de una sobrevivencia contando con la tecnología del primer cuarto del siglo XX. Y la más importante, la causa literaria, que no es otra que la de lograr un personaje de lo más entrañable para después matarlo. Este es un método muy recurrido en el cine y la literatura y de un éxito tal, que todavía no se ha renunciado a ello. De todas maneras. Si el lector desea que ella viva, puede ser salvada, pero eso ya sería materia de una secuela que pudiese hacer otro escritor.

VENTANA DE FOTO Gracias por la aclaración. Cada día se aprende algo nuevo, sino no es así, no estás viviendo.
Alí Reyes ha dicho que…
ALMA BAIRES Agradezco mucho tu visita y más si es de la única persona que, hasta el momento de responder estos comentarios, revisó el “manuscrito” e hizo observaciones, antes de que pasara a la editora. Ahora bien, si dices que te parece mejor, creo que se debe a que el material siguió siendo revisado a conciencia y cada uno de los que me ayudaron en eso, aportaron lo suyo. También influye el hecho de que leer en documento, no es tan bonito como leer en el blog, pues acá hay cierta comodidad en el formato y sobre todo, puedo echar mano de las imágenes para hacer la lectura más atractiva. Lo importante es que espero contar contigo a la hora de revisar otros textos y de una vez te adelanto que los próximos serán más breves. Esta fue una buena prueba con un texto largo, pero sigo prefiriendo el relato corto.

TERESA Así es que se hacen las cosas. Esta no es la lectura rápida, necesita una oportunidad sin trajines. Así lo hiciste y por eso pudiste disfrutarlo. Gracias por estar pendiente.

SARA Gracias por tus palabras, porque vienen de alguien que sabe de escritura y que revisa, a conciencia, los manuscritos de su esposo. En este caso usaste el calificativo de “trepidante” y eso, exactamente, es lo que busco. Por cierto, en lo que puedas, léete lo que le digo a ENRIQUE allá arriba acerca de cómo se hizo este cuento. Tu esposo y mi colega estará interesado en ello. Un abrazo hasta León.
Alí Reyes ha dicho que…
WUILFEN Qué alegría tenerte por aquí. Por cierto, creo que, de todos los que han comentado acá —no sé si ALMA BAIRES entra en este grupo— eres el que está más cerca de Austria, el lugar en donde se escenifican los hechos. Lo digo porque estás trabajando en Trento, una ciudad que, en el momento en que se narra la historia, pertenecía a Austria y que luego de la Gran Guerra, pasó a ser italiana. Aunque hay algo que no comparto contigo y es que no creo que Kanitz se casó por arrepentimiento, se casó, sencillamente porque se enamoró y fue ese amor el que lo hizo arrepentirse de su mal camino. Gracias por siempre estar pendiente de lo que escribo y contigo envío un abrazo a mi gente de Paraguaná en Venezuela, La Península de la Amistad.

EL ÚLTIMO DE FILIPINAS Se ve que estás al tanto de la situación tumultuosa y abigarrada de la Europa Oriental para ese entonces, a pesar de que, por ese tiempo, estabas muy lejos de este escenario, al otro lado del planeta, arriesgando el pellejo ante las tropas expedicionarias estadounidense que estaban desembarcando en Las Filipinas y salvaste la vida de milagro. Pero es verdad lo que afirmas, el imperio austro húngaro daba a la zona una aparente sensación de unidad, pero todo colapsó con la Gran guerra y luego la Segunda Guerra mundial, para quedar todo destrozado y quebrado a la fuerza por muros y barreras entre países que se prometían la muerte. La caída del muro de Berlín y la Unión Soviética pareció terminar con ese estado y vino una aparente paz, digamos que parecida a la del antiguo imperio austro húngaro “en los albores del nuevo siglo (el XX) creíamos que las guerras serían algo del pasado”…pues bien, nos ha pasado igual. Rusia invade Ucrania y tararín tararán, este cuento no ha acabado. Dios tenga misericordia de nosotros.
Alí Reyes ha dicho que…
ILDEFONSO ROBLEDO Exacto, honor a quien honor merece. A Stefan Zweig lo considero mi maestro. He dado más detalles de esto en la respuesta que doy a ENRIQUE, allá arriba, por favor, revísala.

JOSÉ MARÍA Qué bueno que te gustó el relato y gracias por la visita a esta casita.

XURXO Gracias por tus palabras y por tu visita, quiero que sepas que esta es tu casa.

CONCHI Qué bueno que te encantó. Ahora bien, en cuanto al destino de Annette, me gustaría que revisaras lo que le respondí a TOMÁS B allá arriba… por favor.
HADA DE LAS ROSAS Gracias por tus felicitaciones, ahora bien, decir que es por mi talento, no es justo. Si bien trabajé para darle dinamismo moderno al relato, en realidad estos personajes pertenecen al mundo de Zweig. Para que tengas una idea del equipo, te sugiero que leas mi segunda respuesta, la que hago a ENRIQUE.

SERGIO No sabes cuánto me honra tener el comentario de alguien que trabaja con literatura. Y en efecto, no solo hace honor a Zweig, sino que este relato entra en su propio catálogo, porque de él ha sido tomado. Para comprender eso, te voy a pedir el favor de que revises la segunda respuesta que doy, la de ENRIQUE, en ella están los detalles de cómo saqué un cuento de una de sus novelas.

LOLA Cuando una mujer tan enterada de cine clásico, te dice algo así de tu relato, tienes que sentirte muy orgulloso. Gracias por ese saludo de navidad y nuevo calendario y… por favor, no te nos pierdas.

MARTHA COLMENARES Esa es la idea, tratar de atrapar al lector y no dejarlo ir, sino hasta que lea la última palabra. Y sí, hay de todo, poesía, descripción, reflexiones, en fin, el caso es que deben ser muy breves, digamos que como pinceladas de los impresionistas, porque la verdadera fluidez está en la narración y los diálogos. Aprovecho esta oportunidad, para hacer pública mi admiración por ti, pues fuiste la primera que me dio la bienvenida en el mundo bloguero y te admiro porque, además de valiente y combativa contra la tiranía, no has dejado de escribir libros de investigación, como el que estás haciendo acerca del grupo británico The Bee Gees. Bendiciones y adelante.

ETHAN Qué bueno mi hermano. Eres otro de los pocos a quien pasé el manuscrito para que me diera su opinión. Eso es, poque tu trayectoria como novelista, te da autoridad técnica y moral para evaluar los trabajos. Gracias, mi hermano.


Laura. M ha dicho que…
Gran relato al que nos invitas con situaciones y personajes que nos invitan a leerte. Pregunta. Salió bien la operación de la señora?.
Un abrazo.
Kinga K. ha dicho que…
Buenos personajes :D
María ha dicho que…
Realmente es una historia no sólo estupenda, absolutamente bien documentada, nombres, lugares, hasta ubicación histórica, de verdad me has dejado totalmente admirada ALI, acabo de descubrir que eres un grandísimo escrito, mi más sincera enhorabuena!!!… Eso sí, he de decirte que me han hecho gracias algunas de tus expresiones: …” al precio de mayoreo” aquí se diría “ al precio de mayorista”.. o en lugar de decir “Mi estilo de vida, tesonero y ahorrativo..” aquí se diría “mi estilo de vida perseverante y ahorrador” “ cifra tentativa” aquí se diría “ cifra aproximada” es por causa de los diferentes giros idiomáticos.. luego tienes frases memorables como “Las almas mezquinas perdonan más fácil a un príncipe la riqueza más extravagante que la libertad más modesta al que ha sido igual a ellas en su destino” en España hay un refrán que dice “ Nunca sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien pidió, ni mucho menos prtendas mandar a quien mandó”.. en fin, salvo ese final incierto en el que nos has dejado sumidos ¡fantástico! un relato de ¡¡10!!

Un abrazo grande artistaZo! ; )


PD
Eso sí, lo he tenido que leer a plazos, por su extensión, pero ha merecido la pena, mil gracias!!
AMALIA ha dicho que…
Excelente relato que ha sido un placer disfrutar.
Y bonito ese recuerdo para el gran Stefan Zweig.
Te felicito.
Un abrazo.
Gumer Paz ha dicho que…
Hola Ali. Lo he imprimido en word para leerlo en otro momento. He leído el comienzo y eso promete.
Un fuerte abrazo :)
Bonito cuento, largo, pero un gusto leerlo, gracias por compartirlo.
Un abrazo
Tienes mucha facilidad para hilvanar historias, Ali, este relato me hizo acordar de aquel refrán que reza: "Ojos vemos, corazones no sabemos", pero al final todo quedó en su lugar.

Gracias por visitarme,

un abrazo.
Alí Reyes ha dicho que…
LAURA Gracias por calificarlo con tanta generosidad. Ahora bien, en cuanto al resultado de la intervención, voy a copiar acá lo que le dije a Tomás B : “… me temo que el desenlace es fatal. Primero, porque la paciente estuvo por décadas, expuesta a ser una fumadora pasiva, gracias a su cercanía con la Orosvar. Segundo, poque, si bien, hoy en día esas cirugías son delicadas, imagínate lo difícil de una sobrevivencia contando con la tecnología del primer cuarto del siglo XX. Y la más importante, la causa literaria, que no es otra que la de lograr un personaje de lo más entrañable para después matarlo. Este es un método muy recurrido en el cine y la literatura y de un éxito tal, que todavía no se ha renunciado a ello.

KINGA Acá, creo que más que la trama, loque destaca es eso, el dibujo de los personajes, de forma tal que ya el lector puede anticipar sus reacciones en base a eso. En otro orden, Bienvenida a esta casita.
Alí Reyes ha dicho que…
MARÍA Caray… esas palabras, viniendo de alguien que aprecia la literatura, son demasiado valiosas para este servidor. Y en cuanto a las observaciones ¡No sabes cuánto te las agradezco! Eso de mayoreo, se estila por estos rumbos, pero en verdad, lo más correcto es “de mayorista”, así que lo acabo de reparar en el blog, aunque en el libro sigue así, pero se puede sustituir en caso de una reedición. Lo de “tesonero” no lo sustituí por perseverante, porque la primera está referida, no solo a mantenerse firme en algo, sino también en hacerlo con un trabajo arduo, y lo de cifra tentativa lo dejo porque ya había escrito la palabra “aproximada” muy cerca, digamos que fue para usar un sinónimo. De todas maneras, no sabes lo alegre que me pone el hecho de recibir esta retroalimentación de parte de alguien que, en verdad, le mete la lupa al texto.
Alí Reyes ha dicho que…
MARÍA continuación

Y en cuanto a la frase referida a las almas mezquinas que aceptan la riqueza más extravagante en un príncipe antes que la más modesta en alguien de su misma condición, debo decirte que no es mía. Puedo decir que hay muchas reflexiones de mi cosecha, por ejemplo la referida a los que “estudian Derecho”, las referencias bíblicas, por ejemplo la del David y el rey Saúl o la de la estatua de Nabucodonosor, lo tocante a las pinturas de la sala, lo del libro de antología poética, la reflexión del hilo de plata entretejido en una tela, referido ala forma en que el personaje se enamora de Annette, aquello de “es mejor saberse amado que saberse fuerte” y otrs cosas que ahora no recuerdo, pero, de esa belleza referida a los compañeros de Annette, el crédito es total y exclusivo de Stefan Zweig. Por cierto, ese dicho español que me nombras, no lo conocía, pero por estos lados hay uno más breve que denota lo mismo de una forma más peyorativa “No le debo a pobre”. Aunque, a decir verdad, la Biblia dice todo lo contrario, al indicar que para ejercer autoridad, primero tienes que estar o haber estado “sujeto a autoridad
Alí Reyes ha dicho que…
MARÍA continuación 2

Y para aclararte más el asunto, tengo que repetir algo que ya dije arriba pero debe saberse: estos personajes provienen de la novelística de este célebre judío austríaco. Específicamente de la novela LA IMPACIENCIA DEL CORAZÓN, una historia muy larga y densa que, si no me equivoco, el pasado 2023 fue llevada a la pantalla grande. Así que, inspirado en esa novela, decidí hacer este cuento. Para ello tuve que desmantelar todo el entramado de Zweig para quedarme con menos del seis por ciento de la historia. Eso, de entrada, también implicaba prescindir de los protagonistas y hacer una purga en el resto del elenco, quedándome con sólo cuatro personajes secundarios y, en consecuencia, trocando el protagonismo. Esto me obligó a cambiar algunos escenarios, sobre todo, tuve que investigar mucho acerca del Sanatorio, para poder introducirlo como locación. Las voces también fueron cambiadas, es decir, introduje otro narrador y por ende otro punto de vista. En cuanto a los personajes, están salidos de la pluma de Zweig, pero en el caso de Kanitz, hice cambios profundos, debido que en la novela posee título nobiliario, el caso es que, teniendo en cuenta cierta predilección por el anonimato que lo hacía pasar inadvertido a la hora de hacer negocios turbios, no me parecía realista que, siendo un negociante tan práctico, gastara una fortuna para obtener notoriedad pública —algo impensable en una persona tan pichirre— así que lo despojé del título para mantener los rasgos que lo caracterizaban desde el principio. Lo otro fue, desprender limpiamente la pieza de la novela, tal cual un carnicero con el corte más caro de una res. Para ello forcé la barra para hacer que los extremos se acercaran uno al otro “la serpiente que se muerde la cola” pero dejando un espacio supuestamente “abierto”, tal como se estila en el cuento moderno. Por otro lado, traté de imprimir más velocidad a los diálogos, recurriendo al método del ping pong, es decir, conversación directa, sin aquello de “él me dijo y yo le respondí etc.” Todo esto redundó en el cambio de una atmósfera opresiva, la de la novela, a una alegre y optimista, la de un moderno cuento de hadas y la agilidad de los textos vanguardistas.
El caso es que, de una novela de 472 páginas, logré fabricar un cuento de 28 páginas, repito, menos del seis por ciento del libro, si lo basamos en la paginación. Es una lástima que no tenga el dato del número de palabras de la novela —parámetro más objetivo— para compararla con las casi diez mil ochocientas y pico de palabras del cuento. Pero, recurriendo a un dato bastante visual, a la hora de las comparaciones, es que el libro en físico, tapa de cartulina plastificada, pesa la bicoca de medio kilo.
Lo importante es que, si este tratamiento a la obra del Maestro, sirve para que la gente se acerque a sus títulos, me sentiré más que satisfecho y conociendo las intenciones que él tenía, de hacer una “limpieza” a los grandes clásicos para ponerlos a la disposición del gran público, entonces estoy seguro que de ver esto, lo celebraría.
Alí Reyes ha dicho que…
AMALIA En efecto, es a la memoria de Zweig porque él fue el directo inspirador de este cuento. En lo que puedas, échale una lectura a lo que le digo a MARÍA, ahí está expuesta la estructura del relato.

GUMER PAZ Así que, sin leerlo siquiera, ya lo imprimiste. Bueno. Confío en que no te vas a arrepentir de haberlo hecho. Gracias mi hermano.

EUGENIA MARU Eso de textos largos es algo a lo que le huyo, de hecho, lamento decirlo, pero hace tiempo que dejé de leer novelas por eso mismo. Me gusta más el cuento, y si es breve, me gusta más. Por eso, en este caso, duré mucho tiempo pensando si lo colgaba o no lo colgaba, digamos que estuve como año y medio a dos, analizando eso, de hecho, no me atreví y se lo pasé primero a un colega bloguero para que lo colgara primero en su blog y vi que le quedó bien. El caso es que el texto es largo porque técnicamente, no es un cuento sino una novela bonsai y por eso era el único texto de mi último libro que no estaba en el blog, pero ya ves, creo que valió la pena pues ha tenido más reacciones positivas que los mismos cuentos. Por eso, a ti y a todos, gracias por tener la paciencia de leer algo tan largo.
RAFAEL H LIZARAZO GOYENECHE Ese refrán de “caras vemos, corazones no sabemos” viene muy bien en este mundo donde estamos rodeados de tantos pillos, al mejor estilo de nuestro personaje, aunque me gusta más aquello de “cada ladrón juzga por su condición” y esto vale para Annette también. Porque yo iría a la médula del asunto y aplicaría el adagio bíblico de “engañoso es el corazón más que todas las cosas ¿quién lo conocerá?” Digo esto porque, si observas con atención, te darás cuenta que uno está entretenido observando el andamiaje de tramposerías que está levantando Kanitz con tanto éxito, pero DEJA DE VER la inmensa red que —como una sutil tela de araña— va flotando despacio pero inexorable para caer con suavidad silenciosa sobre toda esa torre y de forma sutil cubrirlo todo y a todos, cosa que solo descubrimos cuando todos ya están en la trampa, y la autora de todo ello es la “carita de yo no fui”. Lo digo porque ella fue la primera que se enamoró y, de manera muy discreta, fue envolviendo a su pretendido cazador. Entonces, acá podemos ver que el amor venció a la avaricia.

El Demiurgo de Hurlingham ha dicho que…
Me gusta el recurso de relato enmarcado, que empieza en circnustancias adversas, con un personaje querienddo jutificar sus intenciones pasadas, con la astucia que tuvo que desarrollar.
Las circunstancias históricas, bien detalladas, fueron condicionantes.ñía
Y en el medio, la dama de compañía, que tanto tuvo que soportar. Y con la ingenuidad para agradecer, a quien se aprovecharía de su inexperiencia con los negocios. O tal vez pensó ella que era mejor peder dinero, con tal de alejarse de ese ambiente.
En algún momento pensé que se convertiría en la esposa del protagonista, como llegó a pasar.
Muy bien contado.
Tawaki ha dicho que…
Un cuento exquisito. Me encanta cuando dices "ellos estudian derecho, pero solo para ver cómo lo tuercen". O esa otra frase en la que afirmas que la suerte es el producto de trtes cosas, la preparación, la oportunidad y la determinación. Creo que le has dado el ritmo adecuado, manteniendo el interés hasta el final.
Tot Barcelona ha dicho que…
Un relato que me ha interesado sobremanera.
Exquisito.
Gracias, de todo corazón.
Salut
Frodo ha dicho que…
Es un cuento que podría haber funcionado muy bien en varias entregas, generando suspenso.
Se entiende la influencia de Zweig por el ambiente europeo y las situaciones. Pero cuidado porque también ecribrió desde Brasil.

Abrazo grande, hermano!
María ha dicho que…
Vaaaaya !! mil gracias por tu contestación tan en profundidad ALI, ciertamente al menos una de tus finalidades, además del gusto enorme de disfrutar de tu cuento, la has conseguido, porque desconocía totalmente a este escrito, Stefan Zweig, que gracias a ti he descubierto. Es admirable todo el trabajo que te has tomado… Como te digo, se nota en el resultado, otra vez enhorabuena! Un abrazo fuerte y buen día ALI, en un ratito subiré yo una entrada que no va a gustar a mucha gente, pero es lo bueno de los blogs, uno puede cambiar de registros e incluso hacerse el harakiri como yo haré en un ratito .. ; ) a ver si tengo suerte y sobrevivo, te lo digo por si no nos volvemos a ver jajaja No dejes de escribir. Otra vez mil gracias !!
Alfred ha dicho que…
Muy buen relato, con una panorámica estupenda sobre un personaje redimido por el amor sincero.
Lo he leído en dos etapas, es más largo de lo que me pensaba, pero la historia daba para ello. Me ha parecido un relato clásico, de la primera mitad del siglo pasado, a lo Stefan Zwueig.
Un abrazo.
Rajani Rehana ha dicho que…
Please read my post
Ricardo Tribin ha dicho que…
Gracias, estimado Ali, por refrescar la memoria del magnifico Stefan Zweig.

Te abrazo con especial aprecio.
De Austria a Persépolis. Un cuentista y narrador de la estatura de un Marcel Proust, Stefano Sweig. El relato que trae a colacion, un retrato de la condición humana.A propósito de Sweig, lo primero que le leí fue una novela de un sujeto que había dejado un mancha de grasa en el sillón en que se sentaba a hacerle la visita a la novia,y vaya que no recuerdo más. Claro era un adolescente cuadro me metí al ruedo con este excelente novelista. Un abrazo. Carlos
Érase una vez un libro ha dicho que…
Un relato impresionante, con todas las letras. La historia me ha subyugado, me parece fresca, interesante y fascinante. El final me hubiese gustado que no fuera tan abierto, que hubiese dado lugar a la esperanza, pero es tu relato, claro.
unjubilado ha dicho que…
Me ha gustado mucho tu cuento, basado un libro del pacifista y escritor austriaco Stefan Zweig.
Al empezar a leer, pensaba que me iba aburrir, pero enseguida me ha enganchado y no he parado hasta terminar de leerlo.
Por cierto me he quedado un poco pensativo esperando el final, sin embargo rápidamente he reaccionado y le he dado el que a mi me está tocando vivir y no es que me hayan operado, pero he sigo fumador de dos cajetillas y media de cigarrillos al día y se lo que es vivir con la angustia de en ocasiones no respirar bien.
Soy muy mayor, pensaban que podría tener cáncer y afortunadamente no lo tengo...
¿Mi final? Algún día llegará.
Un gran abrazo
Alí Reyes ha dicho que…
DEMIURGO DE HURLINGHAM Se ve que te has codeado bastante con relatos, porque pudiste preveer, en algún momento, cuál sería el desenlace. Buen resumen, además. Todo se centra en que cada quien buscaba algo totalmente opuesto y lo encontraron en cada uno de ellos.

TAWAKI Eso de que “…ellos estudian Derecho para ver cómo lo tuercen” no sé en dónde la escuché. Pero, por supuesto es una generalidad y como sabes, estas suelen ser malas. De hecho, tengo amigos abogados que, me consta, que son gente proba. No obstante, debemos recordar que las puse en la boca de un individuo que juzgaba a todos por su condición. Y en cuanto a lo de la suerte… caray…no tengo idea de dónde lo leí, pero lo atesoré hasta que encontré al personaje que mejor le cuadraba. Por cierto, tengo rimeros y rimeros de libreticas con frases y notas de mis lecturas y ocupan tres cajas, una de ellas está en Caracas y las otras dos están en Coro, una distancia como la de Barcelona a Madrid, y para colmo yo estoy en Brasil, casi pegado a Paraguay. Total, el caso es, que ese tesoro, para mí, está amenazado a desaparecer en la hoguera. Trataré de ver cómo lo rescato.
TOP BARCELONA El hecho de que uses la frase “cuento exquisito”, que también la usó TAWAKI, es una de las mejores cosas que he oído acerca de este hijo que es un cuento, porque sé que eres exigente a la hora de leer. No sabes cuánto agradezco tus palabras.
Alí Reyes ha dicho que…
FRODO En efecto, se puede despachar por…digamos que dos o tres entregas, no más. No obstante, corrí el riesgo de tapusar al lector con once mil y pico de palabras, en la seguridad de que la historia es como un Ferrari, que lo que quiere es pista. Y en cuanto a Stefan Zweig, tienes razón, de hecho, el cuento está inspirado en una de sus novelas, se puede decir que él y yo lo escribimos a cuatro manos. Y perdona el atrevimiento insolente de ponerme a la misma altura del genio, pero es que así fue. Digamos que hice la segunda voz de su grabación original, como se estila en la discografía actual. De hecho, te sugiero que revises la respuesta que le doy a MARÍA para que veas los detalles del proceso. Y en cuanto a que él escribió en Brasil. Es cierto, sobre todo dos obras póstumas que son una delicia: LA NOVELA DE AJEDREZ, de la que ya he hablado acá en otro momento, y esa seudo autobiografía que es su canto de cisne EL MUNDO DE AYER. Ahora, ese parecido entre Zweig con el que esto suscribe, lo que me causa es cierta inquietud, en el sentido de que ambos salimos de nuestros países por circunstancias políticas y hayamos refugio en Brasil, al que él le dedica un ensayo muy largo llamado BRASIL, PAÍS DEL FUTURO. El problema es que, le pido a Dios que yo no llegue al grado de depresión que él llegó, al ver la amenaza a la democracia que representaba el totalitarismo nazi y su contraparte soviética y decidió que él no estaba dispuesto a ver eso. Dios nos ampare.

MARÍA En cuanto a tu entrada o, más bien, denuncia, entiendo que no es algo que nos agrada escribir, pero a veces DEBEMOS hacer cosas que no nos gustan, para dejar testimonio de que hubo alguien que vio la actualidad desde la honestidad y más que todo, desde la dignidad. En cuanto a tus palabras, con respecto al cuento. Muchas gracias. Por cierto, eso me ha animado a publicar el libro completo y, Dios mediante, espero hacerlo por acá, la semana entrante. Así que, pendiente. Por otra parte, qué bueno el hecho de que ahora sabes algo acerca de Stefan Zweig, si puedes, te sugiero que veas la respuesta anterior, la de FRODO, donde doy unos detalles más acerca del Maestro.
Alí Reyes ha dicho que…
ALFRED Muy bueno ese dato de que lo leíste en dos tandas. No está de más que nos dijeras en qué tramo del relato detuviste la primera tanda. Y en cuanto a que es del tipo de Stefan Zweig, no te quepa la menos duda, poque así es. Para más detalles, te sugeriría que leyeras la explicación que le dejé a ENRIQUE en el comienzo de los comentarios.

RAJANI REHANA Thank you for your words. The important thing of all is that you liked the reading. A hug to India

RICARDO TRIBÍN Ya veo que conoces al Maestro. Por favor, trata de leer lo que le respondí a FRODO acá arriba. Y un abraso colombo venezolano para ti

HENDRIX Bienvenido a esta casita. Y cuenta con que aquí apoyamos tu proyecto de blogs musicales, así tigrero no sea musical, aunque sí te puedo decir que de vez en cuando publico una que otra entrada al respecto. Así que todo lo que es música aquí, también está a tus órdenes.

CARLOS AUGUSTO PEREYRA Entonces, muy bueno el hecho de que este relato te haya removido las ganas de leer de nuevo al Maestro. Acá arriba le respondo a FRODO con más detalles acerca de él, por favor échale una lectura. Por otro lado, traté de buscar tu blog pero no lo encontré, por favor, si vuelves a escribir, pásame el enlace de tu bitácora.
Nadezda ha dicho que…
Interesante historia, Ali. Es una pena que no haya un final feliz. Pero me gustaría verlo. El héroe ha cambiado por completo cuando conoce a una mujer mansa y confiada.
Neiscarp ha dicho que…
Excelente narrativa Ali.
Muy cierto lo que me dijiste al enviarme el enlace, no pude soltar la lectura hasta culminar el cuento.
Por otro lado, se que dejaste el final a la imaginación de cada lector, no obstante te sugiero una segunda parte igual de interesante...
Alí Reyes ha dicho que…
NADEZDA Gracias por leer este relato. Eres la primera persona que lo ha leído traducido y lo mejor, al idioma ruso. Honor que nos haces. Recuerda que esta es tu casa. Un saludo hasta San Petersburgo.

NEISA En efecto, la idea está en mantener la tensión del texto hasta el final, sin aflojar en ningún momento. Gracias de nuevo por leer todo lo que te mando. Un abrazo hasta mi querida Paraguaná, en Venezuela.
Gustavo Yepes ha dicho que…
Estimado Alí, gracias por compartir esta extraordinaria obra. A continuación, mi opinión:
La trama, con sus giros emocionales y su enfoque introspectivo, destaca por la profundidad psicológica de los personajes y tu habilidad para explorar temas universales como el amor, la redención y la mortalidad. El desarrollo de los personajes, especialmente el de von Kanitz, es notable, mostrando una evolución marcada por el amor y la búsqueda de redención. La narrativa, con una prosa evocadora y lírica, me transportó a los paisajes de Viena y los dilemas internos de los protagonistas. La atmósfera melancólica y reflexiva impregna cada página, invitando a la contemplación sobre el significado de la vida y el amor verdadero. En resumen, opino que la obra es una conmovedora exploración de la condición humana, tejiendo una trama emocionante y reflexiva que cautiva desde la primera página hasta la última.
Josep Mª Panadés ha dicho que…
Hola, Alí. Sinceramente, me ha costado mucho avanzar en el relato por, en mi humilde opinión, su excesiva extención. Como te dije en respuesta al comentario que dejaste en mi blog Retales de una vida y más concretamente en mi relato titulado El extralo caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, se me hacen muy pesadas las historias de más de 2.000 palabras. Con relatos extensos se corre el peligro de que el lector se canse, aunque veo, por los muchos comentarios que ha recibido tu cuento, que en este caso no ha sido así. Hace años, cuando empecé a publicar relatos, procuraba que no excedieran los cuatro folios, y cuando me surgía uno que merecía ser continuado, lo publicaba por entregas, es decir, por capítulos que iba publicando cada semana hasta completar la serie. Hubieron comentarios de todo tipo; hay quien prefiere leer una historia, por larga que sea, de corrido, y otros, la mayoría, agradecían este sistema de partición. A mí, reitero, me gusta más los relatos cortos que no requieran invertir más de cinco minutos en su lectura. Son muchos los blogs que sigo y el tiempo que les puedo dedicar el muy limitado. Pero hay gustos para todo, evidentemente.
Pero volviendo a este cuento que has publicado aquí, debo reconocer que es muy bueno y que ha merecido la pena esforzarme un poco, je, je.
Un saludo.
DRACO ha dicho que…
es un cuento el cual ha aumentado mi interés a medida que lo iba leyendo hasta llegar al final. la personalidad de la dama fue el talón de aquiles (por así decirlo) de aquel usurero con al menos (en bien de él) cierto escrúpulo que da a entender que no era tan malo en el fondo de su alma. y esto se debe a lo que significó su madre en su vida.

al margen del desenlace de la operación quirúrgica, da la sensación de que ella fue feliz en su matrimonio; mucho más feliz que si se hubiera ido a vivir con su sobrina.

un abrazo.
Alí Reyes ha dicho que…
GUSTAVO YEPES Tienes razón en eso de que la trama es “emocionante y reflexiva” cosas tan contradictorias que parecen un oxímoron, pero en realidad es así. Por cierto, no dejes de leer lo que le respondo a MARÍA, porque eso te dará luces de cómo fue concebido ese cuento. Y gracias por siempre estar pendiente de mis escritos.

JOSEP PANADÉS Opinamos igual, en cuanto a que soy alérgico a leer cosas extensas. Por eso, hace décadas que renuncié a leer novelas ya sean éxitos, clásicos o cosas que “tienes que leer antes de que te mueras”, porque no soporto tanto texto, ni junto ni por entregas. Esa es la razón de que ahora solo leo cuentos y por supuesto, prefiero los cuentos cortos, esos que no exceden las mil palabras, para mí son los mejores, y si hay alguno que no me gusta. Perfecto, al menos no me hizo perder mucho tiempo. Por eso, para mí es una norma, no vender lo que no consumo. Prueba de eso es que mi último libro LA BALALAIKA está constituido por cuentos breves, el único que es largo es éste, que tiene once mil palabras y pico. Por eso te comprendo, yo tampoco me hubiese animado a leerlo. Digamos que LA PROPIEDAD es la excepción que confirma la regla… pero ¡de qué manera! Por eso, la única forma de que yo hubiese leído eso es por las malas. Es decir, si tienes al autor, detrás de ti, diciéndote que lo leas… caray… yo lo leería, pero sería sólo por salir del fastidio de un autor empecinado en que lea y sobre todo, para que me deje en paz de forma definitiva. Y eso, exactamente, fue lo que pasó contigo. Lo importante es que, por lo que veo, valió la pena el acoso. Eso es lo importante.

DRACO En efecto, ella fue feliz en su matrimonio, y esos fueron muchos años, los que se requieren para desarrollar una empresa desde su fundación hasta consolidarla como un imperio. Por supuesto, siguiendo la premisa de que el personaje que inicia el relato NO DEBE SER EL MISMO que lo termina, debemos reconocer que ella experimentó un cambio, no digamos en su manera de ser, sino en sus condiciones de vida y en el descubrimiento del amor. Porque, debes saber que ella se enamoró primero de Kanitz, pero lo mantuvo callado, porque nunca consideró que él se iba a fijar en ella como “la mujer de su vida”. Esta es la razón por la que rompe a llorar cuando Kanitz se lo propone. En fin, el cuento termina con una relación simbiótica, es decir de ganar, ganar.
Gracias por haber leído el cuento y espero que puedas leer el resto de los cuentos del libro LA BALALIKA, que, a diferencia de éste, son mucho más breves. El caso es que siempre aprecio tu parecer acerca de los textos, porque provienen de alguien que sabe de la materia. De nuevo Gracias.
Isa ha dicho que…
¡NOOOOO! ME HAS
DEJADO "PICADA"!!!! NO SÉ VALE ALÍ!!! BUENÍSIMA TÚ NOVELA!!!! LA HE LEÍDO 2 VECES!!!! ME GUSTÓ. Dime... ¿ESTÁ A la venta este libro que tiene esta novela??? Muy bueno!!!! TE felicito y te envío un abrazo afectuoso grande, grande en la distancia! Gracias, Alí!!!
Ricardo Tribin ha dicho que…
Estimado Ali :

Nuevamente me deleito con tus letras.

Te dejo mi abrazo pleno de aprecio.
Alí Reyes ha dicho que…
ISA Sabía que te gustaría, por eso te insistí tanto en que la leyeras. Y en cuanto a la adquisición en físico, lo puedes hacer por amazom, al final está el enlace, pero prefiero que leas primero el libro completo en este blog. Acá te lo dejo:

https://tigrero-literario.blogspot.com/2024/02/la-balalaika-libro-completo.html

RICARDO TRIBÍN Gracias por tus comentarios con respecto a mis cuentos. Se agradece contar con un lector atento, como es tu caso.
Vivir y dejar Vivir...Liz ha dicho que…
Ali, entre al enlace que me dejaste de Catamarca.
Ali, me encanto tu entrada, conozco la canción por Cafrune, Argentina tiene unos paisajes bellísimos, de mar, nieve, montañas, ríos, de todo.
Y cada Provincia tiene una canción que la identifica.
Gracias por compartir parte de mi querido Pais
Abrazos y besos
Vivir y dejar Vivir...Liz ha dicho que…
Ali, encontré a tus seguidores, ahí estoy
Me gusta como relatas la historia, un placer leerte
Abrazos y besos
Joaquín Rodríguez ha dicho que…
Siento haber tardado tanto en leerlo, porque es de lo mejor que he leído. Me siento muy identificado con ese personaje que descubre fl smor. Eres un escritor excepcional conjunto gran dominio de los tiempos. Gracias de corazón.
Alí Reyes ha dicho que…
VIVIR Y DEJAR VIVIR Qué bueno que pudiste ubicar esa sección del blog. Y, por cierto, necesitaría que me dijeras por dónde entraste, porque, parece mentira pero todavía no sé cómo entrar a ella.

Y en cuanto a Catamarca, qué bueno que te gustó la entrada. Por cierto, debes saber que todo lo que está en tigrero está a tus órdenes, sobre todo los artículos referidos a Argentina, si alguna vez quieres postearlos en tu blog, me sentiré muy orgulloso de que tigrero aparezca como fuente en tu bitácora.

Y del cuento LA PROPIEDAD, qué bueno que lo leíste. Ya veo que no te aminalaste por lo largo del relato. Gracias por tus palabras y a la orden en esta casita

JOAQUÍN RODRIGUEZ Gracias hermano por tus palabras. El hecho de saber que un texto salido de nuestra pluma pueda dar alegría a alguien, es algo que no tiene precio. Gracias mi hermano por reportar la lectura, no importa que te hayas tardado tanto, lo importante es que lo hiciste.

Prometeo ha dicho que…
¡Que historia y que final! Magistral Ali. Estuve amarrado de principio a fin. Dios te bendiga.
Junior ha dicho que…
Una gran historia mi amigo y desde ya te sigo. Trataré de completar la lectura. Saludos
Vivir y dejar Vivir...Liz ha dicho que…
Ali, de a poco estoy leyendo esta historia que atrapa, trabajo todo el día y no dispongo de tiempo, pero la voy a terminar.
Abrazos y besos querido amigo

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