Alfredo Rodriguez / El pintor de la Reserva India
Si hay algo que siempre he admirado, es la capacidad que tienen algunos pintores para retratar personas, y no digamos escenas. Ejemplo de eso es el pintor mejicano Alfredo Rodriguez (1954) quien a los 6 años de
edad, por un regalo del "niño Jesús", que consistía en un block de dibujo y una cajita de colores - así serían de pobres sus padres- descubrió las cualidades innatas para el dibujo y el retrato al punto de que a los 14 años ya ayudaba a su familia gracias a su talento. De esa obra pictórica tan prolífera la que más destaca es la referida a las comunidades indígenas de la América del Norte. Por supuesto que ha trabajado tomando como base antiguas fotos familiares y costumbristas llevadas a las técnicas del
hiperrealismo, donde se destacan escenas de la pintoresca legendaria como , tramperos, mineros, cazadores guerreros, colonos, jefes indios con sus tocados de plumas y toda la parlafernaria de la épica Wester que tanto llama la atención a un público masivo, aunque es bueno aclarar que eso se debe a que Rodriguez ha colaborado como ilustrador de obras literarias acerca del
tema. No obstante lo que más me atrae del legado de
Rodriguez es el acercamiento al alma de la reserva indígena, a su cotidianidad actual en ese debatirse entre las tecnologías que permiten el confort del "sueño americano" y los usos y costumbres que imponen las tradiciones. Ese día a día que está más allá de las postales y los recorridos turísticos ¿Cómo pudo lograrlo? Él mismo confiesa que no fue fácil. Hubo mucha reticencia para que lo aceptaran en las comunidades más allá de los días y rutas para las fotos de sourvenir, pero Rodríguez es depositario de esa paciencia de los que lo antecedieron, aquellos pioneros que como los misioneros, y mejor aun, los fotógrafos que en las postrimerías del siglo XIX cruzaron un Continente con sus bártulos a cuesta para rescatar en su magia tecnológica las primeras imágenes de un verdadero mundo nuevo. Así que con esa cualidad nuestro pintor frecuentó las aldeas distantes hasta que su caballete llegó a ser parte familiar de un paisaje polvoriento y un tanto caótico junto a los juegos de los niños y las cocinas de la aldea. Llegó el momento en que se sabía los nombres de todos y cada quien a su manera, pasó de la natural distancia ante el forastero, a verlo convertir esos lienzos en sus propios rostros , sus tocados y vestimentas, sus animales, darse cuenta de que esas faenas nada espectaculares de alimentar un cabrito, los juegos infantiles grupales, la soledad del niño que se inicia en labores pastoriles o ser testigo de los primeros pasos de un bebé podían tener una connotación irrepetible y digna de elevarla a un arte imperecedero capaz de ser expuesto en los museos de las grandes ciudades. Esa era la increíble contribución de ese forastero. Esta relación ha sido tan fructífera, que del blanco desconocido que fue tolerado con recelo, pasó a ganarse el respeto y la confianza de la comunidad tribal, tanto así que los Lakota Siux, en una expléndida ceremonia india, no solo lo aceptaron como miembro reconocido de su comunidad sino también como representante de la étnia en el Mundo. Soy de los que cree que si Rodriguez tiene herencia de los pioneros de la fotografia que dieron a conocer lo que había en ese Oeste desconocido, ahora tiene la virtud de rescatar escenas que cada día serán menos frecuente pero que ya sabemos que hay quien las está inmortalizando para la posteridad.
edad, por un regalo del "niño Jesús", que consistía en un block de dibujo y una cajita de colores - así serían de pobres sus padres- descubrió las cualidades innatas para el dibujo y el retrato al punto de que a los 14 años ya ayudaba a su familia gracias a su talento. De esa obra pictórica tan prolífera la que más destaca es la referida a las comunidades indígenas de la América del Norte. Por supuesto que ha trabajado tomando como base antiguas fotos familiares y costumbristas llevadas a las técnicas del
hiperrealismo, donde se destacan escenas de la pintoresca legendaria como , tramperos, mineros, cazadores guerreros, colonos, jefes indios con sus tocados de plumas y toda la parlafernaria de la épica Wester que tanto llama la atención a un público masivo, aunque es bueno aclarar que eso se debe a que Rodriguez ha colaborado como ilustrador de obras literarias acerca del
tema. No obstante lo que más me atrae del legado de
Rodriguez es el acercamiento al alma de la reserva indígena, a su cotidianidad actual en ese debatirse entre las tecnologías que permiten el confort del "sueño americano" y los usos y costumbres que imponen las tradiciones. Ese día a día que está más allá de las postales y los recorridos turísticos ¿Cómo pudo lograrlo? Él mismo confiesa que no fue fácil. Hubo mucha reticencia para que lo aceptaran en las comunidades más allá de los días y rutas para las fotos de sourvenir, pero Rodríguez es depositario de esa paciencia de los que lo antecedieron, aquellos pioneros que como los misioneros, y mejor aun, los fotógrafos que en las postrimerías del siglo XIX cruzaron un Continente con sus bártulos a cuesta para rescatar en su magia tecnológica las primeras imágenes de un verdadero mundo nuevo. Así que con esa cualidad nuestro pintor frecuentó las aldeas distantes hasta que su caballete llegó a ser parte familiar de un paisaje polvoriento y un tanto caótico junto a los juegos de los niños y las cocinas de la aldea. Llegó el momento en que se sabía los nombres de todos y cada quien a su manera, pasó de la natural distancia ante el forastero, a verlo convertir esos lienzos en sus propios rostros , sus tocados y vestimentas, sus animales, darse cuenta de que esas faenas nada espectaculares de alimentar un cabrito, los juegos infantiles grupales, la soledad del niño que se inicia en labores pastoriles o ser testigo de los primeros pasos de un bebé podían tener una connotación irrepetible y digna de elevarla a un arte imperecedero capaz de ser expuesto en los museos de las grandes ciudades. Esa era la increíble contribución de ese forastero. Esta relación ha sido tan fructífera, que del blanco desconocido que fue tolerado con recelo, pasó a ganarse el respeto y la confianza de la comunidad tribal, tanto así que los Lakota Siux, en una expléndida ceremonia india, no solo lo aceptaron como miembro reconocido de su comunidad sino también como representante de la étnia en el Mundo. Soy de los que cree que si Rodriguez tiene herencia de los pioneros de la fotografia que dieron a conocer lo que había en ese Oeste desconocido, ahora tiene la virtud de rescatar escenas que cada día serán menos frecuente pero que ya sabemos que hay quien las está inmortalizando para la posteridad.
Comentarios
Me ha encantado la niña rezando antes de la comida.
Un abrazo
Momentos vividos..
Gran entrada
Saludos Ali.
MANUEL ¡Qué bueno que te gustó la entrada! Eso pasa cuando se trabaja con admiración a una obra que obliga a comentarla tan bien como ella misma
Un excelente trabajo amigo, gracias por mencionar mi humilde aporte, un abrazo.
Besos besos
Desconocía totalmente la obra de Alfredo Rodríguez, a pesar de que me encanta el arte, no siempre podemos estar enterados de todo.
Las extraordinarias pinturas tienen aspecto de auténticas fotografías.
Es posible que el hecho de convivir con la comunidad indígena le haya permitido lograr ese maravilloso realismo mágico que ha impregnado en sus obras.
Como siempre el aporte gráfico le da excelencia a tu blog.
Veo que los collares y adornos que llevan muchas mujeres en las grandes ciudades han estado inspirados en aquellos utilizados por las jóvenes indígenas.
Un abrazo
Un abrazo, Monique.
VIRGI La vida en una reserva no pareciera que sea la c'uspide del confort, pero en este caso creo que se da lo que pasa con los cuadros de Roswell cuando pinta un sur id'ilico en la d'ecada de los 50 del siglo pasado -cuando el racismo hac'ia de las suyas- no obstante estoy m'as que seguro que esos ni;os que saldr'an de la reserva a convertirse en profesionales y a comerse al mundo en sus respectivos trabajos, aunque disfruten de comodidades inimaginables en la reserva, siempre tendr[an nostalgia de la vida all'i pues representar'a su infancia y ella siempre es id'ilica. Creo que eso lo capta muy bien Rodriguez.
RUD Ahora que lo dices. De verdad que esos collares los he visto por ah'i...risas
MONIQUE Verdad que se trata de uno de tus paisanos...El antrop'ologo de los pinceles...Muy acertado el calificativo
VIRGI La vida en una reserva no pareciera que sea la c'uspide del confort, pero en este caso creo que se da lo que pasa con los cuadros de Roswell cuando pinta un sur id'ilico en la d'ecada de los 50 del siglo pasado -cuando el racismo hac'ia de las suyas- no obstante estoy m'as que seguro que esos ni;os que saldr'an de la reserva a convertirse en profesionales y a comerse al mundo en sus respectivos trabajos, aunque disfruten de comodidades inimaginables en la reserva, siempre tendr[an nostalgia de la vida all'i pues representar'a su infancia y ella siempre es id'ilica. Creo que eso lo capta muy bien Rodriguez.
RUD Ahora que lo dices. De verdad que esos collares los he visto por ah'i...risas
MONIQUE Verdad que se trata de uno de tus paisanos...El antrop'ologo de los pinceles...Muy acertado el calificativo
Un abrazo. Te sigo, Alí.
Un abrazo amigo
Gracias por tus piropos en mi blog.
El tuyo es estupendo también.
Voy a hacerme seguidora.
Un saludo.
http://majocobe.blogspot.com.es/
MÓNICA Sabía que a una pintora como tú le iba a gustar esta entrada ¡Buenísimo!
PROFEBALLA ¿Verdad que parece? Porque esos ilustradores de revistas religiosas son muy buenos. Pero en la biografía de Rodriguez no aparece nada de eso, hasta donde yo sé, claro.
ALONDRA ¿Verdad que el hiperrealismo impresiona?
ARÍA JOSÉ ¡Qué bueno que me visitas! Recuerda que esta casita también es tuya
Un largo abrazo amigo,Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo 2013.
Paso a leer de nuevo tu excelente artículo acerca del pintor mexicano o mejicano Alfredo Rodríguez y más que nada para desearte una maravillosa navidad en compañía de los tuyos.
Que el calor, comprensión y cariño en tu hogar te hagan pensar que esta vida ha valido la pena.
Mil felicidades
Un fuertísimo abrazo de amiga