Tigrero ( cuento ) / Aniversario / Segunda parte
Sobre el miedo, lo único que pudo pensar fue:
―¡Onza! El tigre me ha matado a Onza.
Lo dedujo, porque ella
era la que seguía en el orden de la veteranía. El primer perro era de gran
olfato y probada tradición tigrera... murió de primero. Pero ahora, la madre
del resto de la jauría, sería el próximo cadáver que encontraría entre los rastrojos.
Su frente perlaba de un sudor frío que removía al contacto con el sombrero de cogollo, en su cintura, la vaina de cuero con el cuchillo de "una cuarta y jeme" y en ristre una lanza de un metro y tres cuartos. El perro que lo acompañaba se adelantó a olfatear. En efecto, al apartar el monte dio con lo que quedaba de ella; el lomo totalmente desgarrado, el cuello cercenado, yacente en una posición anti-natural, sus ojos vidriosos y los colmillos a la vista. Cuando el perro que lo acompañaba, lamía los mortales despojos, se podía observar que las extremidades aún se movían en sus últimas y espasmódicas convulsiones. No quería ver más, no había tiempo para sentimentalismos; si quería salvar al resto de los sabuesos tenía que apresurarse. Enfiló decidido hacia el eco de los lejanos ladridos que retumbaban en la espesura de "la mata".
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El sol ya había cubierto más de media jornada. Para él el saldo había sido funesto. Alquitrán, Onza, Montalaolla, Carabina, el Chucuto, León y Camorra, habían cobrado el premio del su puesto en la jauría, con la muerte. Sobre el afecto filial por sus fallecidos canes, se daba cuenta que corría inminente peligro. Tenía presente, que ya dos cazadores —uno con chopo y otro con rifle— habían muerto en su búsqueda. Sólo le quedaba un perro: Doble-seis, pero no era precisamente un animal de encerronas, era un perro faldero. ¡Lo que faltaba! Y a pesar de que ya había alcanzado un buen tamaño, todavía actuaba como un cachorro; todo el tiempo detrás de él.
En cuanto al terrible gato, se había dado cuenta de su estrategia demasiado tarde, pero al menos a tiempo para salvar su propio pellejo. El felino salía a sabana abierta, oculto en el pasto alto, con el viento a sus espaldas, para solo dejar su olor en el suelo. Y de allí, solo era cuestión de tiempo que los perros lo ventearan olfato a tierra, luego, cuando se cercioraba de que el puntero se alejaba del resto de sus compañeros, desviaba la trayectoria, haciendo una circunferencia, para entrar a su primer rastro y quedar detrás de su perseguidor; así solo le bastaba acercarse rápido y sigiloso a su pretendido cazador, quebrantarle el espinazo con una gran manotada y ultimarlo, desgarrándole el cuello.
Ceferino se percató de la celada, y en consecuencia, se apresuró a buscar un claro
de sabana con hierbas bajas, donde había algunos chaparros. No existía el
peligro de que el enemigo se "puesteara", en la fronda de un árbol,
ni que la maleza lo cubriera. El vuelo escandaloso de los pericos que salían de la floresta,
delataba la proximidad del depredador, la selva y la sabana no le guardaban
secreto. En la persecución, había visto las huellas en la arena, e intuía que
se dirigía hacia ese paraje, recordó que, cuando obtuvo un buen detalle de la
pisada, completó el dibujo y le superpuso su mano; tuvo que separar mucho los
dedos para cubrir la seña, su tamaño era considerable.
Se dirigió al centro del claro. Doble-seis lo único que hacía era exhalar
unos ladridos nerviosos, dando vueltas alrededor del hombre, pero sin perder de vista el perímetro del
área, aunque en momentos, retrocedía hasta sus piernas y tenía que
espantarlo...
―¡Ahora si me
compuse yo con este pi'azo e'perro!
Pero él también era víctima de la impaciencia del miedo, que le trastocaba la noción del tiempo. Sentía que desde la boca del estómago partían rayos que se proyectaban hacia sus extremidades produciéndole violentos estremecimientos. Apretaba la lanza con tanta fuerza, que le producía dolor en las manos. Su mente viajó hacia los tiempos de su juventud, cuando cazó su último tigre con arma de fuego. Momento desde el que tuvo que volver a contar sus años: el animal listo para cargar contra él; se llevó la escopeta a la cara, haló el gatillo.,. ¡Nada! Repitió el movimiento, pero estaba trabada. Gritó, para que los indios —que hacían las veces de lanceros— procedieran, pero era inútil, habían desaparecido con todo y lanza. Se sobrepuso al vano deseo de huir, sería precipitar su muerte, así que optó por esperar la arremetida sosteniendo el inservible trabuco por los extremos con ambas manos. Era lo único que podía oponerle. El animal se le vino encima, Ceferino levantó la escopeta a manera de barra, las garras de la fiera chocaron con ella y el empuje de su peso lo rechazó hacia atrás, por fortuna, su espalda dio con el tronco de un moriche, tomando providencial apoyo, y con la fuerza del desespero, sostuvo el ataque. La fiera permaneció erguida, sosteniéndose en el arma; dos filas de puñales cónicos se abrían y cerraban repetidamente a menos de cuatro palmos de su cara, tan cerca, que sentía su fétido aliento. Pero, los rugidos y gruñidos, él los oía lejanos, como en un sueño. Sus fuerzas flaqueaban, toda la escena la comenzó a vivir en una forma extrañamente lenta... sin duda, fue Dios mismo quien hizo que su padre, que venía rezagado, oyera los rugidos a través de la jungla y se apresurara a salvarle la vida; ese día su padre lo engendró por segunda vez.
Duró una semana temiéndole al sueño, porque al juntarse sus párpados veía al tigre, era una pesadilla constante, al punto, de llegar una noche a gritar desde el chinchorro. No obstante, este trance solo le había hecho arrancar la promesa de que no cazaría más al tigre con bácula sino con lanza, pues, como todo buen llanero, sabía que lo más seguro era cazar al pintica con lanza, porque "La lanza falla, si falla el amo".
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Divagando en sus recuerdos estaba, hasta que percibió el cambio de los
ladridos de Doble-seis; ahora un gruñido bajo con un dejo de aullido; ya no se apartó de su lado. Rotó su
posición para ponerse de frente al sitio señalado por los aullidos. No lo veía,
pero sabía que estaba allí y que lo estaba mirando. El animal también quería
terminar pronto con esa persecución y al saberse descubierto, no rehuyó el
encuentro y emergió del gamelotal, con una soberana quietud. Era evidente que
el jaguar estaba bellaquea'o; sólo una
fiera cebada podía actuar así. Avanzaba a pasos lentos y cortos con movimientos
caprichosos en la cola. Los ladridos de Doble, eran sólo un ruido de fondo en
la inminente lucha.
―¡Amalaya pinta menudita! - Ya nos aguaitamos las caras
Pensó esto de una forma maquinal, un inútil ejercicio intelectual
ante la proeza de cuadrar un blanco en
la anatomía de una bestia que dobla al lancero en peso, cuando el corazón
quiere salirse del cuerpo en cada latido.
―Hijo cuando esté frente al pintica no
le vea los ojos, pues su mirada apoca al hombre y lo vence sin luchar”. Recordó
esto demasiado tarde, ya había visto los ojos del animal; fue en menos de un segundo, cuando su humanidad se proyectó a través de un par de
abismos insondables en una caída lenta de giros rápidos; sintió un vértigo que
lo envolvió en un total sopor. El animal también lo supo y sin pérdida de
tiempo, se precipitó contra el hombre. Pero ya en el aire algo torció su
trayectoria, un cuerpo blanco con manchas negras. En ese momento Ceferino
reaccionó, y por instinto, adelantó la lanza. Tigre y perro chocaron en el
aire, pero una tercera fuerza fue la que logró que el primero se desviara... la
lanza había traspasado a Doble-seis.
Los cuerpos se separaron con los desgarradores aullidos del can perforándole el espíritu; puso
el pie con violencia sobre el abdomen del can y, con un movimiento enérgico, retiró la
lanza.
Esta vez, los ojos que arrojaban fuego eran los de Ceferino. El felino
se abstenía de cargar ¡Debía cargar! No podía mantener esa presencia frente
a él por mucho tiempo. El hombre se acercó poniendo todo su sistema nervioso en
cada detalle de todos sus lentos movimientos, hizo
apoyo en el pie izquierdo y sintió la tibieza de la arena entre los dedos de su pie derecho y se la
arrojó a la cara tratando de provocarlo... tuvo que repetir esta peligrosa
maniobra.
”No deje de mirarle las
patas mi'jo aguaíteselas bien, porque ellas son las que le van avisar el
momento del ataque". En efecto, vio cómo los miembros se flexionaban en el
encogimiento previo al salto; levantó la vista. Ya sabía lo que tenía que
hacer. "Arrímele e el cabo 'e lanza en el traga'ero que él se ensarta
sólito".
El peso lo tumbó, pero él ya se había
apartado de la trayectoria del tácito cadáver. Todos los sentimientos lo
sobrecogieron a una, dolor, alegría, congoja, paz, rencor y culpa. Dio unos
pasos vacilantes hacia su perro, las piernas no lo podían sostener, se desplomó
de bruces sobre Doble-seis, con los ojos arrasados, tomó su cabeza entre las
manos, lo estrechó en un abrazo estremecido de sollozos, tinto de sangre. Y
sintió la lengua semiseca que lamía su brazo... era el amigo que se despedía de
él.
Alí J. Reyes Hernández
Coro, Venezuela, 1995
Historias detrás de este cuento
Tomado del libro Tigrero, Ediciones Miranda, Villa de Cura, Venezuela
Comentarios
Felices 15 años otra vez!
Saludos.
Un cuento excepcional.
Gracias, se lo mando a mis nietos.
Un abrazo
ENRIQUE TF Gracias mi hermano y estaré pendiente de saber qué dicen tus nietos.
Un abrazo
Envíame tu correo a mi blog.
Un saludo.
Abrazos.
TOP BARCELONA Exacto mi hermano, los animales se ganan el amor con amor
ANA MARÍA FERRÍN Ya te envié el correo. Atento
CONCHI Me gustará saber la reacción de tu nieta
TAWAKI Cierto, uno piensa es en su mascota.
Saludos Cordiales.
Enhorabuena, escritor.
Saludos cordiales
He pasado un momento divino. Con la mente Me gustan mucho los animales. El cuento que has escrito es fabuloso. Me quedé con las ganas de seguir leyendo más...
Saludos
Mónica
https://tigrero-literario.blogspot.com/2023/02/cuentos-de-una-bitacora-quinceanera-de.html
Luis ANTONIO Gracias mi hermano por ese título de "escritor", tratará de ser coherente con el mismo. Por cierto Antonio, acá te voy a dejar el enlace de cómo fue el proceso para escribir ese cuento
https://tigrero-literario.blogspot.com/2023/02/cuentos-de-una-bitacora-quinceanera-de.html
MÓNICA PIN ÁLVAREZ Tremenda noticia esa de que la lectura te hizo pasar un momento divino. Gracias, de verdad. Te recomiendo leer cómo fue el proceso para escribirlo
https://tigrero-literario.blogspot.com/2023/02/cuentos-de-una-bitacora-quinceanera-de.html
TERESA Cierto, es triste... esa es la realidad pura y dura. Lo bueno es que, a pesar de eso, se deja abirta la puerta a la esperanza. Gracias Tere por participar en este cumple.
Un abrazo.
RECOMENZAR Gracias por el placer de tu visita. Un abrazote
U TOPÍA Gracias por la visita y por haber leído el relato hasta el final. Eso que dices es muy importante para mí, porque eso es lo que busco en cada relato. De nuevo gracias y acá todo está a tu orden si lo necesitas. Me encanta saber que estoy siguiendo a una antropóloga.
VIANGENS PELO RÍO DE JANEIRO Obrigado meu irmão. É bom saber que você estava aqui neste aniversário. No aguardo que o próximo artigo, se Deus quiser, será sobre o Brasil
Sólo me pareció que sería mejor leerte con calma de día y así se me olvidó, perdona por eso.
Te mando un apretado abrazo camarada y larga vida al blog Tigrero!
Hoa, disculpa mi tardanza, he tenido unos pasados días muy complicados, apenas si he publicado n nada.
Alí, es interesante pero también crudo y triste, me ha gustado la forma de escribir, tienes grandes dotes, no sé si ya te lo han dicho. A mi me lo parece.
Enhorabuena.
Un abrazo.
De la segunda parafraseo algo que dices: "sólo falla el cuento, si el que escribe falla", que no es tu caso porque escribes muy bien.
Abrazos!
Tarde, pero he cumplido y ve he venido a leer tu cuento, me ha gustado mucho. Felicidades.
Un abrazo.
NOCTURNO Gracias hermano por tu visita. Y sí, a veces me pasa a mí también, pero tranquilo, lo importante es que tuviste en el cumple y leíste el cuento. Gracias mi hermano.
NEISA Caray... verdad que ha pasado mucho tiempo de eso... pero bueno, al fin lo acabas de leer. Y sí me reprochas lo de Doble−seis es porque te gustó el cuento. Por cierto Neisa, el mejor comentario que me han hecho de este cuento, me lo hizo un amigo llamado Rafael Palencia, un compañero de estudios de mi hermano Aldro a quien conocí en la fiestica de la graduación de ingeniero agrónomo de Aldro. Por supuesto, yo no lo conocía. Aldro me lo presentó y cuando le dijo que yo era el escritor de tigrero, en seguida me dijo: ¡Coño e madre, mataste a Doble−seis¡... ¿qué tal?
FRANCONETTI Gracias. Esa es la idea, trato de escibir lo mejor que puedo, para eso he trabajadopor décadas, no solo leyendo, sino también asistiendo a talleres de narrativa y confrontando mis escitos con otros autores y enviando a concursos. Ya tengo dos libros de cuentos publicados y dentro de poco debe estar saliendo el tercero, Dios mediante. De vez en cuando publico algunos por acá, espero que los veas también. Gracias de nuevo por la visita.
ETHAN Qué bueno que leiste las dos entradas de un tirón y por el dicho que acabas de referir, se ve que captaste la expresión más importante del cuento. Todo esto, viniendo de un escritor tan competentecomo tú, es algo que me llena de orgullo. Gracias mi hermano.
LOLA Sabía que no faltarías a esta reunión de amigos. Gracias Lola, un abrazo.
Mis sinceras felicitaciones.
Un abrazo.
Un abrazo.
narrar, qué nos invita a acelerar la lectura para saber que viene a continuación... Mis más sinceras felicitaciones Poeta
LIZARAZO GOYENECHE Caray mi hermano, así que tienes historia que contar al respecto.
ANÓNIMO Gracias por tus palabras, aunque en realidad alguna vez quise ser poeta pero no di la talla... es algo muy difícil. En otro orden, lamento que no te identificaste.
Muy buena esta segunda entrada de aniversario, y el cuento excelente ;)
Felicitaciones de nuevo por estos quince años de Tigrero.
Abrazos.
pero eso no quita la excelente narración.
Beso