La Balalaika / libro completo

 

 Libro La BALALAIKA

 

Su nombre completo es La balalaika, el guardaespaldas y el maestro y fue publicado en agosto del 2023 ( 3 )  

Si tenemos en cuenta que los libros son como hijos, podemos decir que se trata del tercero de mis retoños, más bien la hija, si nos atenemos a su nombre y — como suele suceder con las niñas— pasa a ser la consentida.

Se trata de ocho crónicas que llevan al lector desde las profundidades de la Amazonia brasileña hasta la catedral de bulbos de Moscú y desde la ternura de un cuento de navidad, hasta el destino inexorable de un hombre que industrializó el asesinato masivo, o desde la alegría y la magia del deporte, hasta el drama del poeta atormentado cuya vida se ha convertido en su propia tumba. En fin, el libro es un vistazo por nuestras miserias y nuestras virtudes. Pero, a pesar de eso, la idea es que, luego de cada relato, aparezca una sonrisa discreta en el lector, al contactar que siempre, el bien terminará prevaleciendo sobre la adversidad.

 A continuación, los textos:

El narrador de caballos

Una guitarra en la selva

Atila

Magia en la grada

Espectro

La balalaika, el guardaespaldas y el maestro

La propiedad

Papá Noel con kipá

Este libro cuenta con el prólogo y sub prólogo de Edgardo Malaspina Guerra y Nelly Diaz de Silva, pero les dejaré acá la sección personal, en tanto y en cuanto, en ella nombro a colaboradores claves en la realización del libro y que ya no están con nosotros, como el caso de mi editora, que falleció tres meses después de publicado el libro.

¡Gracias!, es lo menos que puedo decir

 

En el texto La propiedad —el séptimo de este libro— se da un fenómeno de encubrimiento en el que el lector cree que el personaje principal es el magnate que está relatando la historia a su médico de cabecera. Pero lo que desconoce ese espectador, es que, desde el mismo primer párrafo se está enunciando al verdadero personaje, al alma del cuento y a través del relato va apareciendo de manera borrosa, partiendo de lo más tenue y avanzando hacia su máxima intensidad, tal cual un holograma, hasta que casi al final, esa imagen vaporosa se nos materializa de cuerpo entero y termina por robarse la historia.

 

Esta novela bonsái me sirve de ejemplo para hablar del libro en que viene publicada y de los que hicieron que se pudiera «materializar». Si bien es cierto que estas historias tienen años dando vuelta en mi cabeza, siempre se necesita uno o varios disparadores que desencadenen la acción y son muchas las personas y situaciones que fungieron como tales. En primer lugar, el hecho de estar en una suerte de autoexilio, algo que fue clave para proponerme la tarea de publicar y que debo agradecer a mi familia en pleno, pero en especial a mi sobrino Hely Saúl Oberto y a mi hermana Súlmar Esmirna. Luego mi agradecimiento infinito para Brasil, mi nuevo hogar, donde he sido acogido como a uno de sus propios hijos.

 

No puedo pasar por alto a mi padre, Alí Rafael Reyes, quien falleció hace menos de dos semanas (junio 2022 ) y al que dediqué

 el cuento Una guitarra en la selva. Toda su vida fue un fanático de los boleros interpretados con guitarras y requintos, por eso está encarnado en el personaje «Fabiano» en el cuento Una guitarra en la selva, no solo porque les enseñó los primeros acordes de guitarra a un par de indiecitos, sino también, porque el entorno selvático fue muy familiar para mi papá, debido a su trabajo como topógrafo jefe en la instalación de la vialidad rural en los tiempos de la Reforma Agraria en Venezuela. También fue un factor inspirador para la redacción de Espectro. En el caso de este último texto, la idea surgió una noche de año nuevo en el pueblo de Cabure, estado Falcón, Venezuela, allí me relató la historia que le había contado su amigo Orlando García Hernández casi setenta años atrás. En aquella remota ocasión le había mostrado el papelito donde estaba el soneto —que mi padre logró memorizar— lo que contribuyó a que, luego de que me lo contara y en menos de una semana, ya la crónica estuviese escrita. Me permito decirles que él deseaba que el relato llegase a manos de Estrella García Coronado, la bebita que sobrevivió del trance de cesárea donde había muerto su madre y fue gracias a mi tía, Mireya Hernández de Villavicencio, que pude contactarla en Coro y hacerle llegar el manuscrito. Estrella es una honorable señora con los riesgos propios de la edad, por lo que,

Estrella García C.

debo confesar que tenía muchos escrúpulos en cuanto a su reacción cuando viera en el escrito a su padre en su papel del borrachín de pueblo, que muchas veces amanecía tirado en una esquina. Pasé tres días con esa inquietud hasta que la llamé y me respondió llorando: Alí Jesús… ¡Por fin alguien se acordó de mi papá!

 

Y siguiendo con el símil del «holograma», hay que advertir que se necesita mucho para llevar a término lo concebido en la mente. Es en ese trance cuando aparecen esos amigos que ayudan a redondear las ideas que dan cuerpo al producto final, muchos se me quedarán por fuera de estas páginas —más no de mi agradecimiento—, pero no puedo dejar de mencionar al grupo de lectores perseverantes formado por: los profesores Audelina Galván Vera, David Espinoza,  Joel Peñuela (escritor colombiano) y, el abogado Álvaro Puertas. Y en cuanto al diseño de la portada, fui bendecido por el arte del licenciado Roberto Molinares, quien combinó y plasmó magistralmente los colores y formas de las ideas que bullían en mi mente.

 

Para finalizar, debo reconocer la labor de Milagros Mata Gil por asumir el riesgo de edición. Creo que, más que hacerlo por saber que es una buena apuesta, lo hace por la amistad que nos une y que se inició por un accidental y accidentado —suenan parecido, pero no son lo mismo— cruce de correos electrónicos. Les cuento: eran los tiempos del paro cívico nacional en Venezuela, en el año 2002, una hora de gran crispación política y por ese tiempo me publicaban algunas notas en una sección llamada “Lectores” del diario El Nacional de Caracas. En cierta oportunidad, un fanático recalcitrante, publicó una nota horripilante que presagiaba un escándalo y, para colmo de males, el nombre que aparecía como firmante ¡era el mío!; sin duda algún duendecillo en la redacción del periódico había intercambiado los textos. Al día siguiente mi buzón se llenó de una cantidad de réplicas virulentas y, yo sin saber cómo explicar lo sucedido. Analizando esa copiosa correspondencia, llegué a la conclusión de que eran más fanáticos que el que había hecho el esperpento y, por tanto, era inútil darles explicación.

 Sin embargo, siempre aparece un ser luminoso y encontré una carta de una persona que se dirigía a mí con respeto y, de una manera razonada, iba desmontando cada uno de los argumentos del texto de marras. Ese ángel bondadoso era Milagros Mata Gil, ( 1 ) una de las referencias de la novela venezolana y que, tiempo después, llegaría a ser miembro de número de la Academia de la Lengua. ¡Cosas veredes amigo Sancho! Entonces, a raíz del malhadado evento, se inició una amistad muy sólida y hasta tuve el privilegio de ser su padrino de bodas cuando ella se casó con mi amigo Enrique Carnevali Monreal ( 2 ) y que, en esta oportunidad, aparece como mi editora de lujo.

 

Todas estas personas Dios las ha puesto en mi camino para ayudarme en este proyecto, haciendo que por fin se «materialice» ante nuestros ojos, tal como lo hizo Annette en el cuento La propiedad. A todas ellas, con todo mi corazón ¡muchas gracias!, es lo menos que puedo decir.

 

Alí J. Reyes Hernández

Maringá, Brasil, 15 de junio del 2022

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( 1 ) Una muestra de los artículos dedicados a Milagros Mata,  

( 2 ) Acá un artículo del blog que Milagros Mata dedicara a su difunto esposo, Atilano Enrique Carnevali

 ( 3 ) Para la obtención del libro en físico y en digital y uno de los comentarios